Paco Catalán

 

Paco Catalán

Gratitud y cariño por el IEME 

 

 

Con motivo de la celebración del Centenario del IEME, me pide Ángel una breve reflexión de lo que ha significado en mi vida y por qué derroteros ha transcurrido posteriormente.

  Mi entrada en el Seminario de Misiones en 1967, mi ordenación de cura - por cierto, junto a Waldo -, la marcha al grupo del Perú en 1974 y mi salida en 1980 para casarme con la que actualmente es mi compañera han supuesto un conjunto de experiencias que han modelado de forma definitiva mi forma de ser, de sentir y de vivir. La verdad es que tengo muy buenos recuerdos de los compañeros y de la formación recibidas: la necesidad de transformar el mundo en línea de la justicia y solidaridad con los más pobres, de acercar el Reino, la amistad compartida (a día de hoy nos seguimos reuniendo un buen grupo de nuestro curso de Filosofía; nos faltan ya algunos amigos…) la ilusión, la esperanza y tantos otros, son valores que recibimos en el IEME y que seguramente durarán hasta el momento final. Recuerdo con mucho cariño a Guillermo Múgica, Antonio López, Alberto Áriz, formadores en Burgos y en Madrid y compañeros en Perú, con quienes compartimos tantos momentos. Y por supuesto, a los compañeros que trabajamos juntos: Andrés Gallego, Chema Gómez, Juan Febrero, Luis Jesús López y tantos otros y otras que trabajaban en la zona: franceses, suizos, norteamericanos, italianos, colombianas, peruanos/as…; vamos, la ONU.

Perú me cambió casi totalmente. Recibimos el agua fresca de la teología de la liberación desde el liderazgo de Gustavo Gutiérrez con quien teníamos frecuentes reuniones y empecé a intentar vivirla en el Altiplano, lugar donde recalé, en una parroquia en Juliaca al lado de la frontera con Bolivia. Tuve poco tiempo para consolidar trabajos, pero me moví en dos barrios y particularmente con las empleadas del servicio doméstico quienes en realidad trabajaban por la comida y poco más; vivían además en casa de las patronas porque venían del campo. Formamos un sindicato y conseguimos una casa para alojarlas y que al menos tuvieran una vida más independiente. Aprendí mucho de ellas, de sus ganas de luchar y de su amor por la vida.

En la sierra nos coordinábamos bastante bien; tuve la fortuna de vivir una “época dorada” desde el punto de vista pastoral, con mucha gente implicada y comprometida con otro modelo de iglesia. Estaban los cinco obispos del Sur Andino (dos obispos y tres vicarios episcopales) todos en la misma línea y que acabaron significándose en el conjunto del país por su compromiso. Vivimos la revolución peruana de los militares, levantamientos campesinos, asistimos al nacimiento de la izquierda social y política en la zona. Vivimos con una gran intensidad: se sumaba el idealismo, la juventud, el ejemplo de tanta buena gente… fue una época preciosa. En ella comencé a entender lo político y la política como instrumento de cambio.

 

Paco Catalán y Adriana, en uno de los últimos encuentros

por la festividad de san Francisco Javier, en el IEME

Mi mujer y yo nos enamoramos y volvimos a España; tuvimos que optar porque en la Iglesia no había sitio para los curas casados. Elegimos un barrio obrero para vivir y trabajar: Vallecas.  Y ahí comenzó la segunda parte, no menos interesante que la primera. Me incorporé a una cooperativa de profesores que trabajaba en un cole con los chavales del barrio; además formamos parte de la asociación de vecinos (seguimos hoy, aunque están muy debilitadas), colaborando en las luchas de la gente por el transporte, la vivienda, los centros culturales, la salud… Se consiguieron muchas cosas.

Además, formamos parte de la parroquia, con Julio Lois y los dominicos.

A día de hoy formo parte del equipo de coordinación de la Escuela de Persona Adultas del barrio que ha tenido una importancia fundamental en la vida de muchas mujeres a lo largo de estos años. Soy voluntario en un proyecto de trabajo con exdrogodependientes y coordino el grupo local de Amnistía Internacional donde llevo mucho tiempo. Hacemos campañas en los coles, ponemos películas en el Centro Cultural con fórum posterior, recogemos firmas, charlas, en fin, esas cosas.

Agradecido pues al IEME y sin ponerme medallas; he conocido a bastante gente supergenerosa - nunca olvido a Vicente Hondarza, asesinado en Perú; llevo la última imagen de él, creo que en Huacho, con aquella sencillez que tenía -  monjas, curas, laicos, civiles. Me han enseñado todo.

Un abrazo, compañeros y compañeras. Hasta siempre. Paco.

 

Comentarios

  1. Sucedí a Paco en Juliaca (casi año y medio después) y siempre escuché la cantaleta: "qué bueno era el P. Francisco". Y ¡que si quieres arroz, Catalina! Yo no era el P. Francisco. Sólo me quedaba contárselo cuando nos veíamos y reirnos juntos. "De a tres" porque Adriana nunca quedó parte afuera...

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  2. Déjame, querido Paco que admire tu/vuestro compromiso, siempre el mismo y siempre renovado, sin perder un ápice de viveza y de entrega a los hermanos más necesitados, a las causas que necesitan solidaridad, a los compañeros y amigos que lo y os necesitan (uno de ellos, yo). Te/os agradezco enormemente (pareja encantadora) vuestra entrega y vuestra amistad.

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