Monseñor Ignacio Prieto - Carmelo Aradros

 

 

Mons. Ignacio Prieto Vega

“El misionero monje”

Carmelo Pérez-Aradros León-IEME*

 

 Publicado en el número 293 de la revista Misiones Extranjeras,

correspondiente a abril-junio de este año

 

Ignacio nació el 9 de marzo de 1923 en Besande, un pueblecito del Norte de León, en aquellas montañas que debieron forjar su carácter recio y austero. Fue el segundo hijo de una familia de seis hermanos, familia profundamente cristiana. Dos de sus hermanas fueron religiosas. Después de una  infancia muy feliz, el joven Ignacio marchó al seminario diocesano de su diócesis. Fue ordenado sacerdote en 1947 y subsiguientemente su vocación misionera le llevó al Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME), en esa época en Burgos. En 1949, y en compañía de otros tres misioneros abren el grupo del IEME en Zimbabue. La nueva entidad eclesiástica, tenía una extensión de 69.427 km2, y fue encomendada a los misioneros del IEME. La población era de 150.000 habitantes, y los católicos solo eran 1.848, que habían sido evangelizados por  la Compañía de Jesús y los misioneros de Marian-Hill. Poco a poco fueron llegando en grupos sucesivos misioneros del IEME, al mismo tiempo que las Misioneras Hijas del Calvario vinieron en 1950, uniéndose a la misma tarea en calidad de enfermeras, maestras y demás trabajos pastorales. En 1958 fue llamado a Burgos para ser Rector del Seminario y consejero en la Dirección General del IEME, en unos años de gran movimiento vocacional. Consagrado obispo, en la catedral de Burgos, el 29 de abril de 1963, fue el primer obispo de la nueva diócesis de Hwange, y ahí estará al pie del cañón, hasta el año 1999 en que su renuncia por edad fue aceptada. Como obispo emérito quiso permanecer en el país retirándose a una casita en Dete, y continuó ayudando en la misión local y en el noviciado de las Misioneras Hijas del Calvario. A su muerte estas comentaban “Lo dejó todo y lo dio todo por el Reino. Su ejemplo de vida nos ha tocado profundamente.

Hombre de oración y acción. Hora de levantarse: las cinco de la mañana, aunque lo hacía algo antes, siempre sin despertador, tiempo amplio en la capilla “para estar con Él”. Una oración muchas veces de intercesión, por los muchos problemas que estaban pasando en el país: En sus 35 años como obispo afrontó las inmensas dificultades de la guerra de Liberación, especialmente dura en la década de los 70, hasta la proclamación de la independencia en abril de 1980, con indecibles sufrimientos para la población, para los misioneros y para él mismo. También atendió los constantes desafíos que encaraba la diócesis, bajo su dirección experimentó un admirable crecimiento en comunidades cristianas, en el número de sacerdotes locales, escuelas, tres hospitales rurales, Seminario menor, Noviciado, nuevas misiones, dándose grandes pasos en el camino de la autofinanciación de la diócesis. Durante no pocos años, la falta de recursos en la diócesis fue una de sus constantes preocupaciones.

 En 1991 se desmembró su diócesis, dando comienzo la nueva diócesis de Gokwe, esta lógica partición debido a distancias, lenguas diferentes… fue llevada a cabo por su tenacidad, demostrando ser un hombre de gran visión. El 9 de mayo de 1999 ordenó a su sucesor para la sede de Hwange: uno de sus sacerdotes diocesanos Mons. Robert Christopher Ndlovu, actual arzobispo de Harare.

Hombre de pocas palabras, famoso por sus constantes puntos suspensivos en las cartas que escribía, normalmente muy breves. Las entrevistas como sus cartas eran cortas, esta sequedad de carácter no le hacía lejano, su risa era la de un niño bueno y gozaba de un gran sentido del humor.

Hombre austero, siempre evitó cualquier gasto considerado inútil. Como dejó escrito en su testamento, nació pobre y vivió pobremente. Su casa era muy modesta, solo dos habitaciones. Su dormitorio con cuatro objetos: un armario empotrado para su escasa vestimenta, una simple cama, un reclinatorio y un gran cuadro en blanco y negro de Nuestra Señora. La otra, su pequeño despacho con libros, carpetas y montones de ejemplares del L´Osservatore Romano.

Le tocó vivir momentos muy difíciles durante la guerra de Liberación, entre el gobierno racista de Ian Smith y la guerrilla nacionalista, cuando la ferocidad de los dos últimos años arrasó totalmente algunas misiones.  Siempre alzó su voz contra la injusticia y especialmente en documentos que emanaban de la Conferencia Episcopal, donde él era el teólogo y factor determinante en las deliberaciones de la misma. Un pensador muy profundo y leal a las directrices del Concilio Vaticano II.

Solo un testimonio del jesuita alemán Óscar Wermter: “Era una excelente persona para trabajar con y para él. Tenía muy claro lo que quería y esperaba, con gran capacidad de ayuda y de comprensión, sabiendo apreciar la labor del otro. Yo le admiraba muchísimo y le consideraba posiblemente el mejor obispo que este país haya tenido jamás. Pensador clarividente, bien organizado (así lo demuestra el Boletín Diocesano; no hay Diócesis que haya tenido un boletín tan lleno de información interesante como la Diócesis de Huange) y al mismo tiempo era un hombre muy humilde. Un hombre de oración guiado por el Espíritu. Me impresionaba el hecho de que se uniese con sus sacerdotes para los ejercicios espirituales”.

A finales de octubre de 2007 volvió enfermo a España y tras cinco largos meses de hospitalización y dando un gran ejemplo de fe y fortaleza, descansó en el Señor el 9 de mayo de 2008. Este es su testamento espiritual:

En unión con Cristo, mi Redentor, me someto a la ley de la muerte, y me encomiendo a la infinita misericordia de Dios. Ofrezco mi vida como expiación por mis pecados y fallos y por los pecados de las personas encomendadas a mi cuidado personal.

Que Maria refugio de pecadores, me asista a la hora de la muerte.

A mis hermanos, sobrinos y parientes y allegados les envio mi más profundo cariño y a todos os espero en el Cielo

A todos aquellos que, por humana fragilidad, haya ofendido en el curso de mi ministerio les pido humildemente perdón.

Nací pobre y he procurado vivir pobremente. Que mi ataúd sea sencillo. Me gustaría ser enterrado en el cementerio frente al seminario menor de Chezhou, Dete, a no ser que muera fuera de aquí, en cuyo caso deberé ser enterrado en Madrid.

Os pido a todos que recéis por mí y por el eterno descanso de mi alma.

Por la amorosa misericordia de Dios espero y pido que nos reunamos en el Cielo.

Fue un hombre de visión, centro de unidad entre todos los miembros del pueblo de Dios, una fuente de fuerza y ánimo.  Condujo la diócesis de Hwange hacia su madurez. Un gran pastor, muy cerca del modelo del Buen Pastor.

 

 

*Sacerdote de la diócesis de Calahorra y la Calzada-Logroño. Forma parte del equipo de Dirección General del IEME, en el Departamento de Información y Animación. Director de la revista Misiones Extranjeras. Es licenciado en Misionología por la universidad Gregoriana de Roma.

 


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