Aquel San Jorge indómito - Waldo Fernández
AQUEL SAN JORGE INDÓMITO
Waldo Fernández Ramos*
(Publicado en el número 293 de la revista Misiones Extranjeras,
correspondiente a abril-junio de este año)
La región del San Jorge fue el primer territorio misionero encomendado al IEME. Esto ocurría en 1923. En marzo de ese año se embarcaron para allá los dos primeros misioneros: Los Padres Marcelino Lardizábal y José Gavaldá. Unos meses más tarde les siguieron los Padres Antonio Díaz Corrales y Ramón Santolaria Cavero.
La región tomaba su nombre del río San Jorge, un afluente del Magdalena. Era un territorio de 18.000 kilómetros cuadrados (algo más que la provincia de Burgos), con unos 60.000 habitantes. Pertenecía a la Diócesis de Cartagena de Indias, pero en 1924 la Congregación vaticana de “Propaganda Fide” lo elevó a Prefectura Apostólica, y nombró prefecto al Padre Lardizábal. En 1950 sería elevada a Vicariato Apostólico, cargo que desempeñaron sucesivamente los Padres Domingo Ros, Francisco Santos y José Lecuona. En 1969 el territorio se dividió en dos diócesis, y el grupo del IEME pasó a formar parte de la Diócesis de Magangué, cuyo primer obispo fue Monseñor Eloy Tato Losada.
Los pueblos grandes, donde se situaban las parroquias, estaban en los márgenes del río Magdalena y sus afluentes: San Benito, Caimito, Santa Rosa, San Marcos, Ayapel, Montelíbano, Sucre, Majagual…
El río Magdalena era y es el más grande de Colombia y uno de los más importantes de Latinoamérica, con 1.530 kilómetros de longitud y con una anchura que a veces superaba el kilómetro. Era la ruta obligada para las actividades misioneras, aunque a veces se formaban grandes remolinos, muy peligrosos para las pequeñas embarcaciones. A través de él, en precarias chalupas a motor, se trasladaban los misioneros para visitar las comunidades. También en mulas, para visitar las comunidades alejadas de los ríos.
El aislamiento de la zona, las dificultades para la movilización, el calor tropical y la mala salubridad constituían el día a día de los misioneros, que se pasaban semanas y a veces meses recorriendo ríos y selvas realizando su misión evangelizadora. Era un trabajo duro, sin comodidades, sin descanso, expuestos a la enfermedad. Bien pronto murió el P. Ramón, aquejado de fiebres palúdicas, y pocos años más tarde morirían de forma similar el Padre Claudio Murga y el misionero seglar Mariano Noguero.
No tardaría el Magdalena en convertirse en el ancho surco donde dejaron su vida tres misioneros. El 25 de noviembre de 1962 perecía ahogado el Padre Alfonso Carlos Omeñaca García. Era de Ágreda, (Soria), y había llegado a la Misión hacía año y medio. Tenía 26 años. Una mala pasada del motor o la lancha, en un día peligroso por la crecida del río. Sus compañeros recuerdan de manera especial su generosidad y austeridad. “Puedo asegurar con toda certeza, escribía uno de ellos, que el P. Carlos no tenía ni siquiera cinco pesetas…”. Fue sepultado en Ríoviejo, de donde era párroco.
El 7 de diciembre de 1966 le siguió el Padre Ramiro Balea Méndez, originario de Castro del Rey (Lugo), donde nació en 1926. Llevaba más de seis años en la Misión, cuando otro accidente con el motor de la lancha puso fin a su vida. Era optimista y alegre, siempre dispuesto a lo que fuera, de los que nunca pierden el buen humor… Un buen compañero. Fue enterrado en Ríoviejo, de donde también era párroco, al igual que Carlos Omeñaca.
Y el tercero fue Tomás Nicolás Santos, de Quintanilla de los Oteros (León), que se ahogó en el Magdalena el 8 de abril de 1969, cuando apenas llevaba seis meses en la Misión. Tomás era extraordinariamente sencillo, con una especial sensibilidad para asumir los problemas de los demás, generoso, buen amigo…, además de ser un excelente tenor. Sus restos descansan junto a sus compañeros Carlos y Ramiro, en Ríoviejo.
Todavía hoy los viejitos de la zona les hablan a sus nietos de aquellos sacerdotes españoles que se fueron a vivir con ellos y que dejaron su vida en las aguas. “No eran buenos lancheros, dicen, pero nos querían”.
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* Titulado superior en Filosofía y Teología. Es colaborador de Manos Unidas y en otras áreas de Cooperación Ayuda y Desarrollo. Colabora en varias revistas en temas de exclusión y pobreza. Trabajó varios años como misionero en Guatemala.
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