Juanjo Alarcia - "La fragancia del evangelio"

 

Juanjo Alarcia, “La fragancia del Evangelio”

 

 

Carmelo Pérez Aradros León-IEME

 

Publicado en el número 293 de la revista Misiones Extranjeras,

correspondiente a abril-junio de este año

 

 

Hay hombres de los que nos llega como esa suave fragancia del Evangelio, y una vez desaparecidos, su figura se va agrandando. Juan José Alarcia López fue uno de ellos.

 

Nació el 30 de junio en 1943 en Villasur de Herreros (Burgos). En 1954 entró en el Seminario Menor de Burgos y en 1960 pasó al Seminario Nacional de Misiones de Burgos,

Al hacer la solicitud de juramento temporal, en mayo de 1964, los formadores del seminario hacen la siguiente valoración de su persona:

 

1.- Sencillo en el trato. Se hace querer por todos, disponibilidad incondicional. Nunca se enfada.

 

2. Optimista y emprendedor. Ingenioso. Mucha iniciativa. Práctico cien por cien.

 

3. Sentido de la responsabilidad. Constante en su trabajo. Metódico en sus cosas. Laboriosidad. No cesa.

Informe: Vocación favorablemente resuelta. De plena confianza. Puede hacer el juramento. De los más completos y de los que prometen más rendimiento en la vida práctica.

 

Este juicio tan favorable de sus formadores en su etapa de seminarista, se va a verificar en una entrega madura y responsable a la causa del Reino de Dios en su vida ministerial.

 

 Ordenado sacerdote en 1967 es enviado en 1970 como misionero a Zimbabue, Rodesia del Sur por aquel tiempo. Aprende inglés en Mazowe, ciudad cerca de Harare, la capital del país. En 1971, aún en el aprendizaje de la lengua Shona, es destinado a la Misión de Chireya (Gokwe), donde recibe este encargo de don Ignacio Prieto, obispo de Hwange: por el momento olvida el trabajo pastoral y vete a construir tres puentes sobre los ríos Katsanzwa, Murungwezhu y Maungwa”. Y Juanjo puso manos a la obra, junto a un buen grupo de personas, y poco a poco los pusieron en pie. Sin ellos la misión no podía ser accesible, durante la estación de lluvias. También servirían para algo muy importante; para poder llevar el algodón a los puntos de venta. Puedo asegurar que el resultado del trabajo de los tres puentes fue excelente, ya que están todavía en pie. Su trabajo era un trabajo por el Reino, codo a codo con los habitantes de la zona.

 

De 1975 a 1986 trabajó en la Misión de Dete. De aquí pasó a la Misión del Sagrado Corazón (Jambezi) hasta 1995, año que regresa a España para hacer labores de animación misionera entre sacerdotes y seminaristas. En 1998 es elegido secretario general del IEME en Madrid. Reelegido para la Dirección en 2003 para el Departamento de Información y Animación Misionera, Juanjo, el eficiente servidor entregado trece años al trabajo monótono y silencioso en las oficinas de la Casa del IEME, en Madrid.

 

Vuelve a Zimbabue como encargado de la parroquia de san Jorge en Hwange y Administrador Diocesano de la Diócesis, así como consiliario diocesano de Cáritas. Desde 2015 atiende en Victoria Falls las parroquias de Nuestra Señora de la Paz y San Kizito, hasta que le sorprende la muerte el 2 de Noviembre de 2016. Hubiera cumplido sus Bodas de Oro sacerdotales el 8 de Julio, a menos del año después de su muerte.

 Juanjo fue para todos los misioneros que trabajamos en Zimbabue y también para los sacerdotes locales un modelo en casi todas las áreas, un ejemplo que no será fácil olvidar. Encajaba en casi todas las bienaventuranzas que propone el Evangelio. Ello significa que se tomó muy en serio el seguimiento a Jesús. Sin pretenderlo y quizá sin que fuera muy consciente de ello, Juanjo tiene retazos de cada una de ellas: sencillo, comedido, austero, sufrido, amigo, honesto, bondadoso, enamorado de la verdad y la justicia, luchador infatigable, discreto, observador y perspicaz, no ambicionaba nada para sí, constructor de puentes, servidor del Reino… El Juanjo sencillo e infinitamente dulce, que nunca levantó la voz, ni siquiera en las discusiones acaloradas.

 

El Juanjo enamorado de los niños, por quienes él sentía particular cariño y admiración, especialmente hacia el Movimiento de la Infancia Misionera. El Juanjo servicial y siempre disponible para sus compañeros y para las Misioneras Hijas del Calvario a las que mucho estimaba y dedicó parte de su tiempo

 

De profunda espiritualidad, pilar y base de su sacerdocio y vida misionera. Esta “base “le ayudaba a vivir con sencillez y mucha mansedumbre todos los problemas que "le llegaban" en función de sus variadas responsabilidades en su misión en Zimbabue, infundiendo con su presencia serenidad y armonía. Sus puntos de vista en cualquier tema se escuchaban con atención, pues llevaban el sello de la verdadera sabiduría. Lo mismo ocurría en sus homilías; algo interesante salía de su boca, que había sido madurado en su constante oración. Era también muy mariano, como recordaba en su misa funeral don Alberto Serrano, obispo de Hwange, compañero y amigo de Juanjo.  

 

Ha sido ante todo un misionero apasionado por su trabajo al servicio del Evangelio. Allí donde se le pedía estar, allá que iba y podías estar seguro de que iba a desarrollar su trabajo con un gran sentido de la responsabilidad y la mayor entrega posible: misionero de vanguardia, deambulando de tribu en tribu y de lengua en lengua (Chireya: Shona; Kariyangue: Tonga; Dete y Hwange: Nambya y Ndebele), y de puesto en puesto... sin perder nunca la ilusión por el ministerio. Esa variedad de trabajos indica su valía y su capacidad de adaptación a cualquier ambiente y situación.

 

Sacerdote para los sacerdotes, dispuesto a escucharte y ofrecerte una palabra oportuna, dejándonos esa inspiración y esa fragancia evangélica, para que no nos quedáramos a medias, sino que continuáramos avanzando, creciendo, para no dejar que las aguas se estancaran.

 

Por otra parte, fue un hombre que cultivó hobbies y cualidades. Amante de su ordenador, magnífica herramienta de trabajo que dominaba desde las tripas al corazón. Asimismo, un “manitas”, con su caja de herramientas de todo tipo; no se le resistía cachivache que no hiciera funcionar de nuevo. Otro de sus hobbies fueron las lenguas, además del inglés, aprendió muy bien las dos principales del país: el Shona y el Ndebele.

 

En África es fácil desconectar del exterior pero él estaba al día de lo que pasaba en el mundo, de los problemas de la gente, tanto de los de lejos como de los de cerca. Sus vacaciones eran tiempo de descanso en su pueblo de Villasur de Herreros, en convivencia con su familia y muy interesado en la vida social de sus vecinos.

 

 ¿Por qué llama Dios a este misionero cuando estaba dando lo mejor de su vida en la Iglesia de Hwange en Zimbabue?  A Juanjo le llevó  Dios a su granero como espiga repleta de grano maduro. A él pueden aplicarse, aquellas palabras de Jesús: “¡Muy bien! Eres un empleado fiel y cumplidor; cómo has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu Señor”. (Mt. 25,21)

 

Comentarios

  1. Podrían llamar a Juanjo el "hombre enciclopédico"; deseaba saber y se metía en cursos por correspondencia, además de las asignaturas de cada curso.
    Recuerdo cómo me engatusó para estudiar italiano. Él metódico, yo caótico, él persistente (aunque no le gustase, una vez iniciado el estudio), yo pragmático (lo que no me gustaba, si no le veía utilidad, lo dejaba). Por cierto, su tesón me vino muy bien en el aprendizaje del italiano.
    Realmente era constante, disciplinado, obediente... Aunque éramos muy diferentes nos llevábamos bastante bien.
    ¡Bueno! ¿Quién no se llevaba bien con Juanjo? siempre disponible, siempre atento, siempre dispuesto a echar una mano a quien lo necesitase.
    Hombre de pocas palabras pero de muchos hechos, sin reproches, sin malos gestos...
    Un auténtico compañerazo; esa es la idea que siempre he tenido de él.
    En más de una ocasión le reproché (amistosamente) su capacidad de "obediencia ciega" ante exigencias (que yo entendía como caprichos) de algún superior. Él callaba, me regalaba una sonrisa y obedecía.
    Después, él a Zimbabue, yo a Moçambique, nos perdimos la pista, pero mantuvimos (yo al menos) un grato recuerdo de un estupendo compañero.

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