Aquí no, señor Coronavirus - MLB

 

“¡Aquí no, señor Coronavirus!”

Miguel López del Bosque

(autoedición)

Prólogo de Fernando Arnaiz

 


 

He leído el último libro de Miguel López del Bosque “Aquí no, señor Coronavirus”. Parecía que se trataba de un pequeño libro, pero al leerlo he descubierto que no se trata de un libro tan pequeño. Pequeño sí, en tamaño¸ pero grande en mensaje, en valores, en ternura…

Miguel ya tenía, y tiene, vena de poeta, de maestro, de educador, de artista. Pero sus nietos le han hecho aflorar en su alma lo que los nietos nos han hecho surgir de muy adentro, de nuestra alma, a todos los abuelos: ellos han sacado de nuestro corazón la ternura maternal y la dulzura de la sencillez infantil que todos llevamos oculta en el corazón.

Miguel L. del Bosque, misionero de grandes trabajos allá en Mozambique, de entrega generosa y sacrificada, luchador incansable, de esfuerzos que produjeron callos en su alma… descubrió el amor en Angelines y ella ensanchó la ternura del amor que ya llevaba en su corazón. Ahora ha tenido nietos y ellos han terminado por ablandarle el alma hasta niveles bajos, muy bajos, hasta ponerse a la altura de los pequeños.

El libro se lee con rapidez, de un tirón, porque no solo las poesías, encantadoras, nos agradan y emocionan, nos divierten y nos hacen sonreír, también los dibujos que los acompañan nos dejan encantados, completamente inmersos en el mundo infantil. Los dibujos están hechos por Miguel, pero quién lo diría. Son de trazo limpio, transparente y sencillo, tienen profundidad, inocencia, presentan un suave colorido… No se podía ser más infantil, tan del gusto de los niños. Esos dibujos no son para presentarlos en una exposición ni para llevarlos a una de esas famosas galerías de subastas de pintura, ciertamente, pero los niños no necesitan exposiciones ni subastas de arte, esas cosas son para los adultos.

Los poemas son sencillos, están pensados para los niños, pero también para los que queremos ser niños y nos sentimos a gusto siendo niños. Lo paradójico es que hoy en día muchos niños leen pocos cuentos, usan más bien las tabletas y los móviles y no saben muy bien lo que es una vaca, una cabra, una gallina, un pato o una rana y bastantes de ellos no saben de dónde vienen la leche, el pan, los huevos, los filetes de pollo o el jamón. Este libro tiene el valor pedagógico de devolverles y devolvernos a todos al “paraíso perdido”.

Los niños lo que quieren son cuentos, el problema es que las redes sociales que usan hoy en día no cuentan cuentos. Y no importa si los cuentos tienen más o menos mensaje pedagógico o contenido cultural, a los niños simplemente les gustan los cuentos. Con “Aquí no, señor Coronavirus”, los adultos somos los primeros que volvemos al mundo de nuestra infancia, al mundo de los pollos, las gallinas, los cerdos y de las vacas, de los patos y al mundo de Bambi.  

La excusa que ha dado pie al autor a la confección de este hermoso libro de poemas es el coronavirus que estamos padeciendo y lo peligroso que es este bichito. En principio, Miguel ha utilizado el tema en cuestión para ayudar a Adriana, su nietecita, a afrontar este serio peligro con ternura, con humor, sin aspavientos, pero también con plena conciencia del peligro que encierra este virus. Y, ya de paso, Miguel transmite mensajes de solidaridad, de amor, de amistad, de generosidad, de respeto al medio ambiente, a la vez que censura vicios como la envidia, la rivalidad fútil, el egoísmo…

Cuántas cosas nos está enseñando esta pandemia, todos lo estamos viendo, de cuántas maneras está transformando nuestras vidas y nuestras costumbres. Y Miguel López del Bosque y Angelines Hortigüela, abuelos donde los haya y maestros consumados, resulta que están aprendiendo de Adriana, su nieta. Ella les enseña cosas que desconocían del maravilloso mundo de los niños. Los niños se han transformado en maestros. No hay más que leer el libro para ver que, aunque Miguel cuente los cuentos y realice los dibujos, el mensaje que transmite se lo ha sugerido su nieta. El mensaje de la inocencia, de las ganas de saber y de la hermosura del alma de la niña quedan reflejados en los poemas del libro. Nos preguntamos: ¿quién enseña a quién?

Porque este librito, ciertamente, destila ternura, cariño a raudales, emoción infantil sincera y espontánea. Sus poesías y sus dibujos llegan al alma. Palabra.

Pero ya decimos, lo que los niños valoran y quieren son cuentos, narraciones que llenen sus mentes de fantasía. El que todos apliquen o entiendan los mensajes que contienen esos cuentos, ello ya depende de cada niño y de su nivel y capacitación sensible o emocional. Pero el niño disfruta con los cuentos. Eso lo saben muy bien tanto Miguel como Angelines, su mujer. Y los cuentos son herramientas útiles para transmitir mensajes, tradiciones, leyendas, narraciones, etc., esos contenidos que han jugado siempre un gran papel en la transmisión de cultura en todos los países del planeta.

Dice Jesús que si no nos hacemos como niños no entraremos en el Reino de los Cielos. Entiendo yo que, si es así, los adultos entraremos en el reino por los méritos de Jesús Redentor, pero los niños, en cambio, entraran por derecho propio. Por eso opino yo humildemente que Angelines y Miguel con este libro han obtenido pasaje para entrar en el Reino de los Cielos por derecho propio.

Bueno y, si es como dice Jesús, no solo ellos sino también los que compren y lean este libro y sean capaces de disfrutar con su lectura (tiene que gustarles, es condición sine que non), entrarán por derecho propio en el Reino de los Cielos.

 

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