Michel Azcueta Gorostiza

 

Michel Azcueta Gorostiza

 


Michel Azcueta recibe el Premio Internacional de Derechos Humanos

en Madrid, en el año 1994


Michel Azcueta nació en Madrid el 20 de febrero de 1947, en una familia normal de la época, con raíces vascas, con padres muy cultos, que sabían mucho y leían mucho, por lo que él y los hermanos se aficionaron a la lectura desde pequeños, de manera que las conversaciones naturales en familia eran muy buenas. Su padre había viajado por toda Europa, hablaba perfectamente doce idiomas (a Michel también le gustan los idiomas: habla inglés y francés, algo de ruso y es un enamorado del quechua)… todo ello hizo que en su casa se respirara una mentalidad muy abierta.

La familia era de clase media baja que, para la época y el lugar donde vivía era de clase media. En su casa fueron de los primeros en el barrio en tener teléfono (que era usado por todos los vecinos del barrio para una necesidad) y también de los primeros en tener televisor blanco y negro (la casa se llenaba de los vecinos por las noches para ver la tele y en acontecimientos especiales), era una familia con mucha relación social, vecinal. (Por todo lo cicho, no era raro que el Rector de Seminario, el P. Mahamud, descubriera en él una inteligencia fuera de serie.)

En Madrid la familia cambió de barrio y se ubicaron en la Ciudad Lineal, (cerca del Convento de las Oblatas de Cristo Sacerdote, orden de clausura donde residía y en cuya parroquia oficiaba misa todos los días el Obispo Auxiliar de Madrid, Don José María Garcia Lahiguera. De él fueron monaguillos los tres hermanos de Michel. Éste acompañaba al obispo auxiliar muchísimas veces, en su coche oficial, y se asombraba al ver cómo todos se levantaban cuando llegaba el Obispo, cómo le reverenciaban unos y otros, le besaban el anillo los ministros ¡¡¡y hasta el propio Franco!!!

Un día, ya con 12 años, Don José María le preguntó a Michel si no le gustaría ser sacerdote y casi al momento le dijo que sí, pero que le gustaría ser misionero en África, lejos de España. Y un día el obispo les habló de un Seminario Menor de Misiones Extranjeras que había en el País Vasco, en Alzola, un pueblito muy muy pequeño, casi un caserío, con una Iglesia grande y su frontón y el río Deva en medio. En Alzola había 30 seminaristas. Allí recibió a Michel y a su familia el P. Larrañaga con su barba y sotana de misionero, que había recibido ya una carta del Obispo de Madrid.

Alzola fue para él una experiencia extraordinaria, vital, esencial en su vida, en todos los sentidos, gracias, como cuenta Michel, a los sacerdotes jóvenes del IEME que eran los profesores y que formaban un ambiente de aprendizaje, de relaciones fuera de lo común.  Allí descubrió amistad, estudio, naturaleza, libertades, respeto, alegría y una visión amplia, como posiblemente pocos seminarios de la época hayan tenido.

En septiembre de 1963, año del Concilio Vaticano II, pasó al Seminario en Burgos. Las monjas del Obispo Lahiguera, a pesar de ser de clausura absoluta, le confeccionaron la sotana, se la midieron y se la probaron.

Él era el seminarista más joven de todos, de manera que era el "niño"; y Julio Pastor, un condiscípulo con más de 30 años, era casi, casi, su padre, que además de llevarle 20 años también era de Madrid, y en el invierno cruel burgalés lucían ambos hermosos sabañones en las orejas y en las manos. En el seminario se encargó de recoger, seleccionar y vender los miles y miles de sellos que llegaban de toda España (¿recordáis?) en un cuarto donde no iba casi nadie. Encontró varios sellos de valor y, con autorización del P. Mahamud, se fue a Madrid, vendió los sellos y compró un televisor, el primero que iba a tener un seminario, ya que eso era prácticamente prohibido en los seminarios de España. El televisor significó otro símbolo de los cambios promovidos por el Concilio Vaticano II abriendo las ventanas de la Iglesia al mundo entero.

Entonces los seminaristas celebrábamos misas en los cuartos, teníamos conversaciones profundas, reuniones de curso muy interesantes, era una formación conciliar, abierta, algo más que progresista dentro de la Iglesia. Michel incluso participó, ya con 19 años y como varios de nosotros, en los encuentros políticos clandestinos de Comisiones Obreras, como observador. Unos cuantos se fueron a vivir en pisos y algunos locos se fueron por su cuenta a vivir ya en Misiones.

 Su grupo de locos lo formaron Javier Lou, José Luis Fuertes, Fernando Domínguez, Julio Blanco, José Antonio Pinel y Michel. Fueron a parar a la selva peruana, a un Vicariato dirigido por los Jesuitas, el de San Javier del Marañón, en la ciudad peruana de Jaén, con comunidades nativas awajun y wampis. Arreglaron con los jesuitas de la calle Maldonado, de Madrid, un contrato por dos años, como ayudantes seglares y el 19 de agosto de 1969, les  recibió Monseñor Hornedo, quien ya había recibido una carta de Don José Maria García Lahiguera, rogándole que cuidara de ellos y que los formara bien para llegar a ser buenos sacerdotes misioneros.

Michel se quedó en la capital del vicariato, Jaén, enseñando en los colegios religión y literatura e historia en la Normal Pedagógica, pues en Burgos recibieron él y sus compañeros un diploma como Profesor Auxiliar de Letras, con todas las firmas oficiales y legales, que les sirvió mucho, pues entonces podían enseñar y recibir el sueldo básico de profesor.

En Jaén, vivieron casi dos años maravillosos, increíbles, de descubrimiento diario asombrándose de la realidad peruana y latinoamericana, precisamente en esos años setenta de muchos cambios por todos los países, antes de que llegaran las famosas dictaduras. Años de apertura de la Iglesia Católica postconciliar, la Conferencia de Medellín, en 1968, la Teología de la Liberación, la presencia directa de laicos y sacerdotes en la política defendiendo a los pobres y denunciando las injusticias. Y el boom de la literatura latinoamericana con “Cien Años de Soledad” y todos los demás...

Eso es lo que hicieron en Jaén, aunque a los curas jesuitas españoles, ancianos y franquistas declarados, no les gustó lo que hacía el grupo y, poco a poco, los fueron separando de la actividad religiosa propiamente dicha. Pero ya habían formado grupos con religiosas, sacerdotes progresistas y laicos, actuando públicamente en Jaén. Javier Lou asumió el apoyo a la cooperativa más importante de la zona llegando a ser su Gerente General. Michel se iba metiendo más y más en la educación, precisamente en el momento en que se hablaba de la reforma de la Educación por toda América Latina. Allí inician los primeros colegios mixtos (chicos y chicas) y la defensa de las comunidades nativas awajun y wanpi y de los campesinos frente a los terratenientes de la zona, que comenzaron a denunciarlos ante el Obispo y ante la Embajada de España.

En mayo del 70 ocurrió el mayor terremoto de la historia moderna del Perú, en la zona central, con 70.000 muertos en 40 segundos. Julio Blanco y Michel decidieron ir de voluntarios a la zona del terremoto, Javier Lou se quedó un año más en Jaén donde se casó con Nieves Alarcón, y José Antonio Pinel y José Luis Fuertes quedarse en Lima. Fernando Dominguez regresó muy pronto a España.  Desde entonces cada cual siguió su camino y desconectaron entre sí.

En la zona del terremoto, otra experiencia especial trabajando con los niños huérfanos del terremoto en casas de acogida y formación. Michel formaba parte del equipo de pastoral por la reconstrucción de la zona que presidía el Obispo Auxiliar de Lima Luis Bambarén, que era natural precisamente de ese lugar. Michel aprovechó para revalidar su título de profesor en la Universidad Católica del Perú, yendo y viniendo entre la zona del terremoto y Lima.

El terremoto generó, como ocurre por estas tierras cuando hay grandes catástrofes, más emigración a la capital, a Lima. Y en mayo del 71 se produjeron grandes invasiones, una de ellas al sur de Lima, en terrenos privados y con gran represión de la policía y del ejército del Gobierno Militar de aquella época, una gran parte de los invasores eran precisamente de la zona del terremoto. Así que Bambarén apoyó a los invasores y Michel estaba en su equipo. Dijo la Misa en la misma invasión y el Ministro del Interior le detuvo siendo la única vez en la historia del Perú en que detuvieron a un Obispo. Fue tal el escándalo que se armó en la Iglesia de toda América Latina, muy unida por aquella época, que el propio Presidente Velasco ordenó la libertad del Obispo y que se buscara un terreno para los invasores y el día 11 de mayo nació Villa El Salvador.

La historia posterior es muy conocida: por un lado, fue la movilización urbana mayor de la historia del Perú: 90.000 personas en un mes ya se habían instalado en el desierto. Y desde la Universidad Católica organizaron con un grupo de jóvenes profesores la ayuda necesaria para atender a la educación en esa gigantesca barriada que parecía un campo de refugiados. Ahí estuvo Michel en ese grupo de profesores. Y 12 de ellos decidieron vivir en Villa El Salvador. Javier Lou y Nieves se unirían también al grupo viviendo todos en la casa de madera que servía de aula, de sala de reuniones, de celebraciones de cumpleaños, de casa comunal….

Villa El Salvador siguió creciendo con un plan urbano, y una organización comunal de carácter integral que contenía los objetivos de trabajo, con fábricas y parque industrial, de salud, con hospitales, con niveles de educación desde Inicial hasta la Universidad, de ecología transformando el desierto, así como contar con luz, agua y desagües, pistas y demás servicios. Siempre con movilización de los pobladores se fueron consiguiendo poco a poco muchos de esos objetivos.

En 1981 regresa la democracia a Perú y se convocan elecciones municipales: y en 1983 Michel fue elegido primer alcalde de Villa El Salvador, dirigiendo el plan de desarrollo integral junto con la comunidad y las diferentes organizaciones sociales, siendo Villa El Salvador un ejemplo de desarrollo popular urbano con una gestión municipal participativa Por eso en 1987 recibió el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia, y un poco más tarde, el mismo año, la ONU declaró a Villa El Salvador "Ciudad Mensajera de la Paz".

Vinieron los años del terrorismo de Sendero Luminoso, que había comenzado en los Andes y quería o necesitaba avanzar en Lima y se entiende que para ello debería vencer en Villa El Salvador, la barriada más famosa y más organizada. Allí tuvieron que enfrentarse políticamente, sin armas, y hubo atentados a dirigentes, coches bomba, y en su caso Michel tuvo un intento directo de asesinato del que se salvó por casualidad, luego pusieron dos bombas en la puerta de su casa el 14 de febrero de 1992 y, por fin, casi le matan en el último atentado el 16 de junio de 1993, a las puertas del colegio, quedando herido al igual que otros siete alumnos que caminaban con él. Estuvo cuatro meses en el hospital, con varias operaciones, y, como seguían las amenazas, con apoyo del gobierno español, le trasladaron a la clínica Asepeyo en Madrid para más operaciones e injertos, estando cuatro años en total entre silla de ruedas y muletas.

Le dieron el Premio Internacional de Derechos Humanos en 1994. Regresa a Villa El Salvador en 1995, siendo elegido nuevamente alcalde en 1996, todavía con muletas. Y en 1997 recibió el Premio Mundial a la Solidaridad, en Atlanta, EEUU. Como Alcalde y Regidor de Lima llegó a ser Vicepresidente de la Federación Mundial de Ciudades Unidas, y Secretario General de la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas UCCI de la zona Andina, lo que le ha permitido estar en ciudades de los cuatro continentes.

Fundó la Escuela Mayor de Gestión Municipal en 1996 y ha seguido trabajando tanto en la Universidad como en la Escuela Mayor, atendiendo a las municipalidades andinas y amazónicas hasta el día de hoy, y difundiendo sus ideas y propuestas sobre educación y gestión pública participativa en Perú y por todos los países latinoamericanos

Por sus 50 años de educador, el Gobierno peruano le concedió en noviembre del 2019 el mayor reconocimiento que se da a un maestro en el Perú, las Palmas Magisteriales, en el grado de Amauta. Tiene un hijo, Claudio y tres nietos: Milka, Kantú y Nicola. Y sigue en Villa El Salvador. El día que cumplió los 50 años en Perú, el año pasado, en el acto de reconocimiento se presentó como lo suele hacer siempre: “soy católico, maestro y político”. Hoy en día es Presidente de la Asociación Internacional de Municipios.

Michel dice: “Sigue siendo válido lo que he afirmado y repito siempre con todo orgullo y gran agradecimiento: me considero un "producto" del IEME, desde el seminario de Alzola...” y considera como la mayor alabanza que ha recibido en su vida lo que dijo a un grupo de amigos el P. Izco, al encontrase en Madrid después de 25 años: “Aquí les presento al eterno alumno”.

 

Comentarios

  1. La figura de Miguel Azcueta y su lucha por construir una comunidad con todos los valores humanos imaginables, está íntimamente ligada a mártires como Maria Elena Moyano, "madre coraje", que representaron la voluntad indomable de las personas que luchan y mueren por su comunidad. Michel casi pierde también la vida, por suerte las balas no dieron en el blanco.

    Durante la crisis económica de los 80s, en el primer gobierno del APRA y Alan García, los grupos de madres de Villa El Salvador, con las ollas comunitarias, dieron ejemplo al mundo de cómo la solidaridad verdadera ayuda a superar las peores condiciones. En ese instrumento, algunas madres se pusieron de acuerdo y, con apenas centavos, buscaban productos de primera necesidad, con los que cocinaban una gran olla de sopa que luego era repartida a extensas filas de personas. El Instituto de Investigación Nutricional de Perú, preparó científicamente combinaciones de productos locales de bajo precio, que se podían integrar en menús muy baratos y nutritivos. Las ollas comunales tomaban estas recetas de menús y así se mantuvieron controlados, dentro de lo posible, los índices de desnutrición en unas condiciones económicas pasmosas.

    Hay muchos ejemplos muy prácticos de cómo una comunidad bien organizada puede sobrevivir a las peores condiciones.

    En 1978, CIESPAL, el Centro de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, con sede en Quito, me invitó a una reunión de expertos en comunicación "popular", por mi experiencia como director de un proyecto financiado por UNESCO que trabajaba con 170 cooperativas de reforma agraria y 90 comunidades rurales, integrándolas en una red de medios locales de comunicación interconectados. Mi vuelo se retrasó y llegué cuando el primer día de reuniones había ya comenzado. Al entrar al salón ( éramos como 15 personas) de la reunión, estaba en ese momento exponiendo la experiencia de talleres populares de comunicación en Villa El Salvador, una persona que sentí de inmediato familiar. Al rato recordé que era Michel, a quien sólo había visto en un encuentro casual en su paso a Burgos y el mío a Alzola. En el receso me presenté y nos reconocimos. Almorzamos juntos ese día y, cosas de la vida, no volvimos a reencontrarnos ya nunca, a pesar de haber yo vivido 6 años en Perú, cuando él era alcalde de Villa El Salvador, y de tener amigos comunes en ONGs y Universidades peruanas. Fué mi culpa, pero en verdad pasaba yo poco tiempo en Lima, y ese tiempo lo dedicaba 100% a mi familia. Casi todo mi tiempo estaba viajando por el país, que es enorme en extensión y muy rico en diferentes culturas y personalidades. Pero siempre me mantuve enterado de los logros de Michel y dije con orgullo a quien lo mencionaba en cualquier conversación, que ambos compartimos formación en la misma cantera, el IEME.

    Es un orgullo conocer a Michel y saber de sus éxitos en la construcción de un mundo mejor desde la organización comunal.

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  2. Lo mejor de Michel su tesón y permanencia. Acá lo tenemos en su Villa El Salvador, en esa esquina que todos en Lima conocemos. Y siempre nos cae en reuniones, encuentros, visitas, con su alegría y optimismo contagiantes.
    De aquellos "6 quijotes" (así dijeron) sólo nos quedas tu por allá: se nos fue Javier Lou con el buen Padre Dios y solo de vez en cuando nos visita Pinel.

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