Otros recuerdos del P. Larrañaga

 

 

Alumnos de Alzola, curso 1964-1965

Los tres de la primera fila de izquierda a derecha: Ramón Andrés Revilla (sobrino del P. Revilla), Jesús Alejos Cantero y José Ignacio Mata. En la segunda fila, de izquierda a derecha, están:  Luis María Corbí, Miguel Angel Alonso, Fernando Arnaiz (de Editorial Dos Soles) y Antonio Ruiz Rodríguez. “Curiosamente, todos los siete – comenta José Ignacio Mata - , después de 58 años de tomada esa foto, seguimos en contacto, no perdemos ocasión de vernos y nos guardamos el mismo cariño de hermanos que nos teníamos entonces.  Eso es todo un récord de Guinness”.

 

Jose Ignacio Mata:

 

Pienso en Eustaquio Larrañaga, el fundador de Alzola. Durante muchos años, después del cierre del seminario, muchos compañeros lo visitaban el 3 de diciembre y celebraban con él la convivencia de San F. Javier.

Tuve la suerte de que el día que murió, hace ya muchos años, yo estaba de vacaciones en España y me llevó Antonio Ruiz a Anzuola (el pueblo donde vivía retirado). Tuvimos un entierro increíble. Cantamos la ceremonia y la misa y le despedimos con el Agur Jaunak, cargando por turnos su féretro hasta el cementerio. Fue muy emotivo. Luego tuvimos reunión, cena y cantos hasta muy entrada la madrugada. Nos repartimos para dormir en las casas de amigos y amigos de amigos. Yo dormí en la de Patxi Azcárate que tenía una panadería increíble. Levantarse con el aroma a pasteles horneándose era como estar en el cielo

Luego salimos a tomar vinos, almorzamos juntos y cada mochuelo a su olivo.

Fue volver a encontrarnos compañeros casi olvidados por primera vez en 40 años. A partir de ahí he coincidido con algunas reuniones anuales. No muchas.

De Eustaquio, hay muchos que lo recuerdan personalmente. Donde debe haber mucho es en la revista del IEME y en sus archivos pues fue el fundador del seminario menor. Antonio Ruiz es bueno para las fechas. Gamero debe recordar también bastante.

Quienes lo conocimos le teníamos un respeto-temor, pero en el fondo tenía mucho sentido del humor. Apoyaba a ETA (no la parte mala, que salió con el tiempo) y creo que hasta escondía gente de ellos. A mí, quien me enseñó canciones de ETA en euskera y que me contaba historias de la organización y de su fundador, fue un tipo como de unos 40 años (ya algo mayor para ser seminarista y no era auxiliar) que creo que protegió nuestro rector en el seminario, por un tiempo. No recuerdo su nombre pero sí las historias que gustaba escuchar de él y las canciones de orgullo vasco como “ Gora Euskadi, lur overikan eta mundua gustia..” o algo así, porque he olvidado el poco euskera que nos enseñaron.

 

 

Antonio Ruiz

Hola, Angel. Acabo de ver esta página en la que se significa a Eustaquio Larrañaga como Fundador del Seminario Menor de Misiones de Alzola, Guipúzcoa, allá por 1958, no en 1950, hecha al parecer por Fundación Diper.

http://www.fundaciondiper.es/wp-content/uploads/2016/10/Grupo-Alzola.pdf

La fundación Diper la han fundado dos ex-alzolatarras que estuvieron en Alzola en los años 60. Uno de ellos, Victor Beramendi, es Psiquiatra, ya jubilado, que fue director del psiquiátrico de Zamudio, y es el presidente de la fundación, en la que, como subgrupo, formamos parte los alzolatarras. 

A través de esta fundación hemos subvencionado iniciativas misioneras, en Guatemala para el P. Gorrindo, antiguo profesor en Alzola, y en Tanzania para la escuela de un compañero de Burgos que ahora es misionero comboniano.

Además, esta fundación es la que está rehabilitando el antiguo monasterio de San Juan de Ortega, en el Camino de Santiago en Burgos, para dar varios servicios básicos, desde la atención a peregrinos hasta la atención a enfermos terminales. Creo que Victor Beramendi, presidente, está en tu lista del IEME.

La realidad de Eustaquio (padre Larrañaga o Sr, Rector en nuestra infancia), es que se lanzó a crear la semilla para hacer misioneros desde muy pequeños..., algunos fuimos con 11 años justos. No sé quién le dio la idea, pero la llevó a cabo con entereza y decisión únicas. Buscó personalmente e incansablemente vocaciones infantiles en su tierra. Y también lejos de su tierra, a través de sus contactos y del IEME, ya que coincidimos en Alzola gentes de todas las regiones de la geografía española, del País Vasco, Navarra, Asturias, Castilla y León, Madrid, Castilla-La Mancha, Cataluña, Valencia, Murcia, Andalucía, etc.. hasta de Canarias. Yo recuerdo que me captó para la causa el P. Cenera, del IEME, en una visita que hizo a mi colegio en Burgos.

Como rector que era, tenía la obligación de ser recto... y lo era. Los niños le veíamos muy recto, no era como sus compañeros profesores, mucho más cercanos...  Esa era nuestra apreciación infantil o era así realmente. Posteriormente, cuando hasta su muerte hemos coincidido con él en nuestros encuentros anuales o en alguna visita esporádica, se ha manifestado como lo que realmente debía ser, una persona afable y agradable, pero en la época de nuestra educación infantil, creo que era algo duro... pero así nos hemos hecho.

Es muy difícil catalogarle en esa nuestra época de niñez y pubertad en la que, privados del afecto de nuestros padres por estar internos lejos de nuestros hogares, quizás necesitábamos más comprensión y afecto que disciplina, pero es lo que quisimos, y eso forjó nuestro carácter.

Lo que s que está muy claro es que Alzola fue su vida, en el tiempo en que el seminario estuvo abierto, creo que hasta 1970, formando niños para pasar al seminario mayor. Y cuando se cerró el seminario, se quedó de párroco en el mismo pueblo, viviendo en el caserón del antiguo seminario, hasta que le retiraron y le llevaron a una residencia sacerdotal a San Sebastián.

Una vez desaparecido el seminario como tal, todos los años en fechas cercanas a la festividad de San Francisco Javier nos reuníamos con él en Alzola un grupo amplio de exalumnos a pasar la jornada. Nos recibía en el edificio del antiguo seminario, que era su vivienda, celebraba la misa, nos obsequiaba con unos pinchos y un vino en una tertulia, y nos íbamos a comer en alguno de los varios restaurantes que había en Alzola, pueblo pequeño, pero con mucha hostelería. Incluso cuando estaba en San Sebastián, ya retirado, alguien iba a buscarle para que estuviera con nosotros en esa celebración que él apreciaba mucho. En esa circunstancia es donde le conocimos mejor, cuando nosotros éramos ya mayores y él no tenía ninguna responsabilidad con nosotros.

Es todo lo que te puedo contar, Angel. Por supuesto que si me pongo a recordar hay muchas anécdotas, tanto personales como generales, buenas, regulares y no tan buenas, después de convivir con él 5 años.


Michel Azcueta

El P. Larrañaga era para mí "el que mandaba" en el seminario. Le veíamos en Misa, por los pasillos, siempre con el bonete tapando su calva, y en el comedor, en los primeros años (luego ya tuvieron un comedor para los curas) por el largo pasillo... Y los sábados, llegando con su rollo de películas de 16 mm. que siempre veíamos los domingos de invierno lluvioso. Creo que vimos la colección entera de El Gordo y el Flaco y alguna de aventuras que nos traía.

A veces me tocó limpiar su cuarto, viendo la hamaca en la que se sentaba él, una hamaca de esas antiguas, brillante. Y muchísimas veces, guiándonos a todos nosotros por Bilbao cuando teníamos que examinarnos en el Instituto Público de Bilbao todos los años junto con los demás estudiantes de Bilbao (ese es otro detalle del seminario de Alzola) Y haciendo excursiones por Euskadi, una de ellas, con él a Loyola.

Te cuento una anécdota:  en mi primer año en Alzola, que es un pueblo tan chiquito que difícilmente se podría llamar pueblo, por eso había un solo bar junto al puente que vendía de todo, un día el P. Larrañaga me mandó a comprar estampillas, otro ejemplo más de la naturalidad de nuestra vida allí. Y, bueno, me voy a comprar las estampillas, y regreso a su cuarto con estampas ¡¡¡de la Virgen de Begoña, de Itziar, de San Ignacio...!!! Bueno te puedes imaginar la carcajada del P. Larrañaga y mi cara cuando me dice: “¡¡¡Te mandé a comprar sellos de correos...!!!”  Él seguía con sus palabras latinoamericanas y yo ni idea tenía que a los sellos de correos los llamaban (y los siguen llamando) estampillas.

Para mí, fue un hombre, un vasco, mejor, un buen sacerdote, que amaba decir la Misa y que le gustaba preparar sus sermones. Recuerdo también que nos enseñaba oratoria y nos ponía ejercicios prácticos, enseñándonos a ordenar nuestros simples textos, la mirada, los brazos y la voz, pues él siempre fue reconocido como orador y todos sentíamos admiración cuando nos enterábamos que le elegían para decir el Sermón de las Siete  Palabras en Semana Santa en la catedral de Bilbao o en San Sebastián.

Un misionero que no olvidaba los años que pasó en Colombia y de trato muy natural, aunque, como buen vasco, a veces también gritaba, y muy fuerte, nos hacía temblar. Creo que cumplió bien su papel de rector, buscando fondos, alimentándonos a todos, ampliando año tras año el seminario, y que estaba orgullosos de su obra. Siempre me pregunté por qué iba muy pocas veces a Burgos, desconozco la razón, casi nunca lo vi allí en los años que estuvimos en Burgos.

El patio de recreo tenía un el frontón doble al centro: En uno jugábamos los más pequeños y en el otro, los mayores, los que sabían jugar bien, los propios curas, rompiéndonos las manos con las pelotas de cemento. Por el monte que estaba encima del seminario pasa ahora la autopista Bilbao-Donosti. Es el monte al que subíamos en primavera y verano a cazar grillos, otro aspecto de la originalidad del seminario de Alzola.

Por si otros no lo han reseñado, los formadores que figuran en la foto anterior son, de izquierda a derecha: Los padres Aguado, Gorrindo, Lezama, Larrañaga, San Sebastián, Izco y Venancio Ortiz.

 

 

 

 

 

Comentarios

  1. Qué buenos recuerdos traen este tipo de fotos. Me vais a perdonar estas confesiones, que nacen de un corazón muy agradecido. Mi memoria para los nombres es fatal; mi mente trabaja en imágenes, como en una película que se proyectara en la pared. Veo personas a las que, estén donde estén ahora, quisiera manifestar mi agradecimiento, pues fueron, seguro que sin saberlo ellos mismos, como ángeles en mi aprendizaje.
    En la última fila, el segundo de izquierda a derecha es José Pascual Usó. Recuerdo su habilidad para la música, específicamente la armónica, a la que sacaba increíbles combinaciones de notas. Yo lo miraba embobado y esa admiración me inspiraba a interesarme por aprender a tocar cualquier instrumento. Nunca pude, no tengo oído musical alguno. Luego, en Burgos, Usó fué clave en mi introducción al trabajo en el hospicio, cosa que me marcó definitivamente de por vida.

    El segundo de derecha a izquierda de esa misma fila, es Andrés Gallego. No necesito hablar de él pues es bien conocido. Su fortaleza y valor me inspiró siempre a superar cualquier limitáción hasta derrotarla por completo.
    El primero de izquierda a derecha en la siguiente fila es Elena ( el apellido, no recuerdo el nombre). Creo que es uno de los pocos que completó el sacerdocio. Tenía sus "amaneramientos" que no molestaban a nadie, y un grandísimo corazón. Me retaba a que le escribiera poemas a Carlos III, pues era un personaje histórico que admiraba. Nos reíamos mucho con los resultados de esos retos.
    Dos puestos más hacia la derecha, veo medio escondido a Patxi Azcárate. A Patxi siempre lo veré como un hermano mayor de esos años. Era el campeón de pelota del seminario, sin discusión. Sus manos, capaces de tronar las pelotas contra el frontón, eran además las que sacaban las notas al órgano en la capilla. Perfecta combinación de deporte y de arte. De Patxi recuerdo que, en las primeras subidas al Arbolito, cuando mis piernas de estepario no aguantaban esas empinadas subidas, él me ponía sobre sus hombros y me llevaba "como si tal cosa", como quien carga una pluma. Tremendo y generoso fortachón.
    En la siguiente fiela de abajo, justo detrás de Antonio Ruiz y entre los padres Ciriaco y Vidán, veo a Sorrón. Sorrón era de nuestro mismo curso, pero era un gigante de caserío. Enorme, bonachón, inocente. En Alzola no había bullying, o al menos yo no lo recuerdo, pero eran a veces inevitables algunas bromas. Como yo era muy chaval y muy torpe, no podía evitar a veces ser objeto de algunas molestias. Y ahí estaba Sorrón, autoproclamado mi guardaespaldas. Hace años me enteré que murió de un infarto. No podía morir de otra cosa quien tenía un corazón más grande de lo normal en cualquier ser humano.
    Y así veo a muchos hermanos, porque eso fuimos todos, que de una u otra manera ayudaron a que esos años en Alzola fueran de un riquísimo aprendizaje.
    En la primera fila, sentado en el extremo derecho, veo a Ignacio Revilla, de Burgos como yo. De familia de charcuteros con "posibles". El primero que tuvo relój de pulsera, y que generosamente me prestaba por algunos ratos. El que pintaba lagartijas de colores y las enviaba al espacio en tubos de vitamina C, impulsados por pólvora que él mismo fabricaba. El que trataba de hacer transplantes de corazón a sirones. Parecía destinado a ser un científico, pero que terminó tras el mostrador de la charcutería familiar, hasta que un infarto lo fulminó sin dejar que cumpliera sus sueños.
    La fila de los profesores es una galería de buenas personas, con muchas anédotas. Pero sería alargar demasiado este comentario.

    Que Dios, o los dioses, o el Universo, o Alah, o quien sea que esté tras bambalinas os bendiga a todos. Fuísteis piezas importantes en mi vida, y por ello os estaré siempre muy agradecido.

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  2. Por cierto, como mi mayor habilidad era el dibujo, fuí capaz de reproducir bastante fielmente la firma del Padre Larrañaga, siempre con pluma por supuesto. Todavía hoy puedo hacerla de corrido con bastante fidelidad. Así que si es necesario algún documento para su proceso de canonización, bien puedo plasmar su rúbrica donde se requiera. Nunca lo hice con malos fines, pero estaría dispuesto a hacerlo por santas razones.

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  3. De parte de Ra fael Janín:

    Alzola comenzó a funcionar el curso 1957-58 con el Padre Larrañaga como Rector "ambulante" (decíamos que tenía quasi domicilio en Alzola y en Bilbao, pero que su verdadero domicilio era el tren que unía Bilbao con San Sebastián y que pasaba por Elgoibar); Lezama como administrador; yo, todavía diácono, director espiritual; y el Hno. José María Torti Soriano como cocinero, enfermero y todo lo demás que hiciera falta. Lezama y yo como profesores. Y los primeros alumnos fueron seis de los que recuerdo a Lizarralde y a Perpiñá; había, creo, un navarro que a lo mejor se llamaba Mauleón. Yo no duré más que ese año, porque después fuí ordenado presbítero y me mandaron a estudiar a Roma. fael Janín:

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    1. Rafael Janín:
      De aquel año tengo algunos otros recuerdos del Padre Larrañaga, aunque no son -creo. importantes, sólo anecdóticos:
      1) Al Padre Larrañaga le gustaba tomar un poco de vino con las comidas, pero la economía del naciente Seminario no daba para tanto. Entonces él invocaba el calendario litúrgico: "Hoy que es la Natividad de la Virgen ¿no se podría poner vino?"; y Lezama, administrador, lo ponía. Pero luego faltaban las fiestas importantes y venían los santos de inferior categoría: "Y hoy que es San Columbano ¿no podríamos celebrarlo con un vasito de vino?"
      2) Antes de empezar el curso, la antigua casa estaba en obras con aquel contratista el Señor Ulacia, que decía que había que adecentar la "pachada" (por la fachada). Un día él estaba en Bilbao y yo, solo en Alzola, tuve que desplazarme a Pamplona. Pero antes yo había traído de Burgos una cantidad de dinero bastante grande para ir pagando las obras. Por no viajar con ese dinero encima, lo dejé escondido, sin que nadie lo supiera, en mi habitación. Pero cuando se lo conté al Padre Larrañaga, puso el grito en el cielo censurándome la gran imprudencia que yo había cometido. No lamenté haberlo hecho, sino habérselo dicho después.
      3) Eran tiempos del franquismo y de la censura. En respuesta a un telegrama que Don Eustaquio me mandó a Pamplona, contesté con un escueto O.K. Pero el funcionario de correos, muy intrigado, me preguntó si aquello no era un código secreto y vete a saber si subversivo políticamente.
      4) No sé si ya he contado alguna vez que Don Eustaquio, que tenía que ir a Bilbao y pensaba que iba a perder el tren, cogió un taxi para ir a la estación donde se solían cruzar los trenes San Sebastián > Bilbao y Bilbao > San Sebastián. Con tan buena suerte que llegó a tiempo de subirse a uno de los vagones cuando el tren ya arrancaba. Sólo que enseguida se dio cuenta de que había cogido el de la dirección opuesta a la suya, el que lo llevaba a San Sebastián.
      5) El Padre Larrañaga sufría a veces molestias que eran secuela de la malaria que había padecido en Colombia. Cosa que, mucho más tarde, no dejó de extrañarme, cuando, habiendo padecido tantísimas veces la malaria en el Togo, jamás he tenido secuelas al dejar África.

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  4. Mi nombre es Leoncio Ruperez Berezo,yo también pasé por el Seminario de Alzola,desde el año 1967 hasta el año 1970 ,que se cerró, tenía 11 años hoy tengo 67 ,fueron unos años inolvidables, me vienen a la memoria tantos bonitos recuerdos como si hubieran sido ayer.
    El padre Larrañaga ,Onega ,Rafael,Ciriaco,Vidagain y alguno más que no recuerdo el nombre,para un niño que venía de un pueblo de Burgos ,fue algo que me marcó muchísimo, fueron unos años muy bonitos y recuerdo las excursiones al "arbolito" a Motrico,y por fin ver el mar por primera vez DEVA.
    Tengo en mi recuerdo a todos los compañeros que estuvieron conmigo a todos ellos un abrazo .


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    1. Hola Leoncio, al leer tu nombre me he acordado perfectamente de ti. Mi nombre es Pedro Marauri. Puedes revisar la siguiente fotografía para ver si eres capaz de reconocer a algún colega de nuestra época. A mí personalmente me gustaría saber algo de Lupicinio Martínez de la Fuente (Lupi). Es el que está agachado a la izquierda delante del Padre Rafael Pérez.

      Foto 1: Alumnos al completo - http://pmarauri.ddns.net/web_images/alzola.jpg
      Foto2: Equipo docente - http://pmarauri.ddns.net/web_images/equipo_docente.jpg

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