Jesús Rodríguez, misionero en Guatemala

 

DESDE EL PAIS DE LA ETERNA PRIMAVERA

Jesús Rodríguez Álvarez,

 (sacerdote misionero en Guatemala)  


Nace en 1943 en Gordaliza del Pino, pueblo del buen vino y ahora uno de tantos rincones olvidados de la llamada Tierra de Campos en la provincia de León.  Creció ayudando a sus padres en las faenas agrícolas, con la dicha de haber contado en su infancia, con un maestro fuera de lo común: dedicado, autodidacta, creativo y plenamente aceptado, que marcaría su vida.  Por sus manos pasó una docena de sacerdotes y una veintena de hermanos maristas, esparcidos hoy por varios países.

Después de ocho años en el Seminario Diocesano de León y a punto de cumplir 20, se traslada al Seminario Nacional de Misiones Extranjeras, en Burgos, donde estudió Teología y fue ordenado sacerdote en julio de 1968, en la flamante capilla, hoy convertida en Templo Parroquial.

A los pocos días comenzaría la II Conferencia Episcopal Latinoamericana que llevó a Medellín a un buen número de obispos, verdaderos pastores, lúcidos y comprometidos, reconocidos como los nuevos santos Padres de la Iglesia, los mismos que en el Vaticano suscribieron el Pacto de las Catacumbas. Medellín significó un hito histórico para el subcontinente, en clave de liberación integral.

En enero de 1970 llega a Guatemala y se integra al grupo del IEME, donde permanece hasta 1974, fecha en la que asume el acompañamiento a los seminaristas que viven en pisos, ahora en Madrid, de donde sale nuevamente para Guatemala en 1.977.

El tiempo pasado en El Petén, cuna de la cultura maya, supuso un verdadero tiempo de gracia, a través del encuentro permanente con campesinos migrantes, curtidos y aguerridos, llegados de otras partes del país, con toda una larga vivencia de espiritualidad profunda. Dados los condicionamientos históricos de la vida nacional, significó una etapa de aprendizaje, que marcó un antes y un después para él. Ellos le evangelizaron y dejaron huellas indelebles en su vida.

El segundo momento, más largo y más intenso, fue el vivido en la frontera sur con México durante lo duro del conflicto. Aquel era un pueblo de alto riesgo y sin identidad cultural, que vino a ser y sigue siendo el nuevo muro de Berlín entre el norte y el sur. El sueño americano, de doble vía, tenía allí su punto álgido. Eran tiempos propicios para la educación integral personalizada y liberadora, tanto a nivel informal como formal, gozando del acompañamiento a maestros y de un Establecimiento Educativo puesto en marcha entonces y que aún sigue en pie.

En Ciudad Tecún Umán todo era posible: carencia de servicios, una frontera porosa, latifundios, trata, droga y vicio por todos los lados.  Al finalizar el conflicto resultó necesario poner en marcha una Oficina de Derechos Humanos, que quedó ligada a la Casa del Migrante.

Hubo necesidad, igualmente, en aquel contexto, de llamar a una comunidad religiosa, fogueada y con coraje, que se establecieron en la Casa de la Mujer, para crear espacios de acogida, escucha y reinserción social a mujeres del interior del país o de países vecinos, que, abandonadas y engañadas, iban comprobando que se les “cerraban todas las puertas” y caían en la prostitución, única forma de seguir velando por sus hijos.

Al atardecer de la vida y “finalizado” el conflicto, aparece la Ciudad de Guatemala, como la mejor opción, para sanar heridas y saborear lo vivido, lejos del calor asfixiante y el ajetreo de la vida en el campo. Había que empezar de nuevo, levantando la cabeza de entre las cenizas y abriendo espacios para nuevos sueños.

 Y una vez más aparecieron otras tareas, tales como la explicitación y concreción de la dimensión social de la fe, coordinando la Comisión Arquidiocesana de Pastoral Social desde hace 20 años y tratando de subrayar un nuevo estilo de Pastoral Liberadora con el consecuente compromiso temporal.

La Teología del Pueblo de Dios, diseñado con claridad meridiana por el Concilio Vaticano II, exigía la formación del laicado, hasta llegar a poder contar con personas maduras y adultas en la fe. Desde la Escuela de Formación en Teología y Pastoral para Laicos y Laicas que funciona en la Parroquia desde hace 15 años, intentan poner un grano de arena en esta tarea crucial, remando muchas veces contra corriente.

 La dignificación de la mujer que vive en situación de pobreza, exclusión, estigmatización y negación de oportunidades, en medio del machismo, el hacinamiento y la violencia es parte de un trabajo arduo de todo un colectivo multidisciplinar.

Estas mujeres, que forman parte de familias, mayoritariamente uniparentales y viven en una cadena de asentamientos urbanos o barrancos inhabitables en las laderas de un río que lleva aguas servidas, reciben formación y capacitación para recuperar su dignidad mancillada, aprender a desenvolverse y caminar por la vida con la frente en alto, conscientes de sus derechos y responsabilidades.

Hace 2 años decidieron organizarse en la Cooperativa Integral de Ahorro y Crédito CON MANOS DE MUJER, R.L, con el fin de fomentar el ahorro, tener acceso a préstamos y más adelante poder comercializar lo que ellas mismas elaboran con sus propias manos.

El pasado 10 de diciembre, la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala, le otorga la Orden Gerardi a los Derechos Humanos, tomando en cuenta su larga trayectoria de servicio al país.

Llegado este momento y después de esta larga caminada, cobra sentido aquella frase de Pablo cuando dice:” El que comenzó en ustedes la Obra buena, la llevará a término hasta la manifestación del Mesías” (Flp. 1,6) Él pondrá lo demás.

Monseñor Gonzalo de Villa, el Presbítero José Luis Colmenares  y el Licenciado Nery Rodenas, en el momento de la entrega del Premio Orden Gerardi a Jesús Rodríguez.


Comentarios

  1. Comentario de Quico: Jesús, lo que le falta a este texto mío (que te suena), lo completas, tú, en tu biografía.
    Jesús, te has pasado la vida “sembrando semillas de esperanza”, “haciendo realidad sueños”. Uno de esos sueños fue ordenarte y permanecer de sacerdote toda una vida. Has dedicado tu vida de sacerdote a hacer el bien a los demás, y para que esa dedicación fuese plena has renunciado a tantas y tantas cosas… Voy a recordarte, solo una pincelada, de tu vida de sacerdote, casi toda ella, en Guatemala. Desde un principio optaste por la Iglesia de la “Necesidad”, por esa Iglesia que hace suya el sufrimiento del mundo y está en el mundo. Por una Iglesia que nace del Evangelio. Por una Iglesia cuyo objetivo es remediar el sufrimiento de la gente. Por una Iglesia de los pobres y te comprometiste con ellos para ayudarles a salir de esa miseria que los tiene esclavizados. Para terminar voy a decir algo del Jesús que he conocido en mis viajes con Manos Unidas en Guate: eres una persona muy humana con la que da gusto hablar; eres acogedor, solidario; tienes una vida espiritual muy rica y una calidad humana, “chapó”; pero, sobre todo, eres una persona que sabes “delegar”, por eso tu obra “permanecerá” en el tiempo. Jesús, lo has hecho BIEN.
    María Jesús y yo te llevamos en nuestro corazón, siempre

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