¿Quién decís que soy yo? - Waldo Fernández

 


¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

Aproximación a Jesús de Nazaret

Autor: Waldo Fernández


El libro, como sugiere el subtítulo, pretende sistematizar el conocimiento básico de la persona de Jesús de Nazaret y el núcleo de su mensaje, desde la óptica de la sociedad laica y científica del siglo XXI

Hace unos años, cuando varios amigos hicimos el Camino de Santiago (Quico, Pinel, Pepe Redondo, Pompeyo, Emilio Bretón y yo) iniciamos sin pretenderlo un proceso de reflexión sobre nuestra fe en este mundo laico e injusto, reflexión que continuó en encuentros posteriores. Ya en tiempos de pandemia, fui agrupando mis apuntes, lecturas, reflexiones, etc. Mi idea era aclararme yo mismo, sistematizar mi fe de hoy y, si era el caso, compartirlo con los amigos. Fueron éstos quienes me empujaron a hacerlo público, con la idea de que pueda ayudar a alguien más.

El libro está cruzado por varios ejes. El primero es la imposibilidad de armonizar la fe en el Dios de las alturas, sostenido por mitos y dogmas elaborados el tiempos y culturas distantes, con la mentalidad laica y científica de nuestros días. Los mitos y los dogmas crearon un Dios que, desde otro mundo superior a nuestro mundo físico-cósmico, nos enviaba la luz y la tiniebla, la salud y la enfermedad, el sol y la lluvia, las epidemias, las sanaciones repentinas…; que dictaba las leyes y prescripciones que nos convenían, y amenazaba, castigaba y perdonaba; que dirigía nuestro destino e intervenía en nuestra historia cuando quería y de la manera que quería, modificando incluso las leyes naturales, biológicas, cósmicas…

Ese Dios es difícilmente aceptable para la actual sociedad del conocimiento. Se ha desvanecido la creencia en un mundo exterior al nuestro. Las ciencias y los descubrimientos científicos excluyen las intervenciones desde otro mundo en éste. El cosmos obedece a sus propias leyes. Fenómenos que en otros tiempos se interpretaban como intervenciones divinas se entienden ahora como resultado de causas naturales. Las oraciones para pedir a Dios la salud, el trabajo o la lluvia han dejado de tener sentido. Nuestras sociedades ya no se articulan sobre revelaciones divinas o mitos, sino sobre postulados científicos y proyectos construidos desde esos postulados.

Durante siglos hemos creído en un Dios al estilo humano, creado por nosotros de acuerdo a nuestra propia imagen, semejanza y fantasías. ¿Podemos sustituir aquellas representaciones antropomórficas de Dios por otras más acordes con nuestra mentalidad “científica”? ¿Podemos ser “creyentes” sin renunciar a nuestra modernidad¿ ¿Es posible creer en un Dios que conviva con nosotros en el mismo cosmos y sea compatible con la mentalidad del siglo XXI?

Otro eje es la convicción de que la imagen que nos ha llegado de Jesús de Nazaret está profundamente distorsionada. Comenzaron a distorsionarla ya las primeras generaciones de cristianos, empeñados en hacer de Jesús una especie de Superman, en sintonía con el mesías que esperaban los judíos. Parte de esas distorsiones se introdujeron en los evangelios, que en buena medida nos presentan un Jesús milagrero y espiritualizado, divinamente alejado de nosotros. La distorsión continuó en los siglos siguientes, hasta hacer de Jesús y de su mensaje una caricatura, con frecuencia grotesca, del original.

¿Es posible que, hurgando en los propios escritos del Nuevo Testamento, podamos acercarnos a la verdadera personalidad de Jesús y su mensaje liberador, y que podamos seguir teniendo en él nuestro referente espiritual y ético para para afrontar el mundo en el que vivimos?

Un tercer eje es la reflexión sobre el núcleo del mensaje de Jesús, el Reino de Dios, que inicialmente era un mensaje profundamente social y poco a poco fue mutando en algo espiritualista y escatológico. Esto es mucho más grave si echamos una mirada a nuestro alrededor y nos dejamos interpelar por una sociedad profundamente desigual e injusta, que urge de transformaciones. ¿Podemos hacer algo para que el “Reino de Dios” se abra paso en ese mundo?

Otro eje -y no mencionaré otros más, aunque los hay- es la reflexión sobre la espiritualidad. Muchos de nuestros contemporáneos, que se declaran no creyentes, viven “con un espíritu” que desde lo hondo de su ser inspira sus comportamientos y los lleva a actuar respetando los derechos y valores de las demás personas y de la naturaleza y a luchar por una vida digna y justa para todos. ¿Cabe hablar hoy de una espiritualidad cristiana, enraizada en el mensaje de Jesús y comprometida con la transformación del mundo, capaz de conectar con la modernidad y la sociedad científica?

Al reflexionar sobre esas temáticas, nos encontramos con “verdades" dogmáticas, formuladas en épocas culturalmente muy diferentes a la nuestra, que no nos encajan ni con calzador. Aparece un conflicto. ¿Es necesario para ser creyente continuar apegados a esas verdades?

No pretendo causar polémica ni convencer a nadie de nada. Entiendo que tal vez algunas afirmaciones puedan ser interpretadas como radicales, y hasta heréticas. Entiendo igualmente que mucha gente no esté de acuerdo con ellas. Simplemente expongo mis convicciones, dudas, inquietudes e intuiciones, que son las de muchos teólogos que cito en la presentación del libro y de los que he bebido. Me daré por satisfecho si mi pequeño libro le ayuda a alguien en su reflexión personal.

 

 

 

Comentarios

  1. Leer el resumen abre el apetito. La gula más bien. Porque es un tema de vital importancia para determinar, ya en la tercera etapa de nuestra vida, si hemos andado hacia un horizonte real o hemos estado dando vueltas como gallinas descabezadas, que dicen los campesinos de por aqui. Sólo las ideas que nos entregas de "entremés" son ya jugosas y hacen pensar, en una meditación ciertamente apetitosa.
    Siempre me ha preocupado llegar a entender la verdadera personalidad del carpintero, libre de la fantasía que siempre rodea a los héroes por la exacerbada imaginación de sus seguidores incondicionales. La realidad de sus palabras, limpias de los millones de cuartillas escritas por "sesudos" doctores o, también a veces, por quienes buscan en todo arrimar el ascua a su sardina. Me he quemado las cejas leyendo enfoques antropológicos, sociales, psicológicos, humanistas, etc. etc. del carpintero, tratanto a menudo de descifrar sus palabras o desenredar lo que me han parecido contradiciones.
    Al final, me asalta una pregunta. ¿ Por qué debo enfocarme tanto en el pescador, con una imagen tan contaminada y tantas versiones subjetivas interpretando el sentido de sus palabras, ya de por sí enredadas por traducciones, versiones pasando de persona a persona por cientos de años etc. etc.?
    He tenido el privilegio de conocer personalmente, cara a cara, hasta escuchar sus ronquidos y oler sus pedos, a VERDADEROS SANTOS. Martín fué uno de ellos. ¿ Por qué no observar y repasar su manera de ser, su humildad, su bondad y su absoluto desprendimiento de las cosas de este mundo? ¿ por qué no estudiarlo a él ( y digo Martín pero cada uno seguro que puede nombrar más de uno) cuya vida y palabras están ahí, sin matices ni interferencias?.
    Convivir unas cuantas semanas con Martín en el campamento agrícola de Woodvine en USA, fue para mi la experiencia que me ayudó precisamente a dejar de buscar el mensaje debajo de millones de tratados teóricos, y descubrir la fuerza que, en nuestro interior, llevamos como manifestación de la esencia de la divinidad. Esencia que a Martín le rebalsaba por los ojos.

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  2. Leámoslo, pero hagámoslo varias veces; no tiene desperdicio. Entra de lleno en un profundo replanteamiento de la fe tratando de obviar (a mi entender) las "creencias establecidas". Es valiente pues, sabiendo qué camino ha tomado, se ha visto obligado a colgarse de una permanente búsqueda tratando de darse respuesta a sí mismo entre las dudas que van surgiendo en el camino, pero se mantiene firme en el rastro del Jesús histórico que le sigue atrayendo y subyugando... O eso, al menos, es lo que me parece y deduzco de su lectura que a mi también me lleva a interrogarme.

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