Angel Belloso, Misionero en Brasil

         

Ángel Belloso Pena

Misionero en Brasil

Ángel Belloso, en el centro

            Datos personales: Ángel Belloso Pena, nacimiento 05 de marzo de 1945 en Peralta de Alcolea (Huesca), de pequeño fue con su familia a vivir a Sabadell (Barcelona), entra en el Seminario de Misiones de Burgos en octubre de 1961, se ordena de sacerdote el 30 de mayo de 1970, llega a Brasil el 11 de enero de 1971. Vuelve a España en julio de 2020 por motivo de su jubilación. 

  El año pasado, en medio de la pandemia celebré mis 50 años de sacerdocio, ya tenía la maleta preparada para viajar definitivamente para España debido a mi edad reglamentaria de jubilación. La misa fue celebrada en la casa de unas religiosas de la India que trabajan en la parroquia. Fue muy sencilla pero emocionante.  En esa oportunidad pasaron por mi cabeza muchas cosas, desde el día que decidí marchar al Seminario de Misiones de Burgos hasta ahora. Cuando tenía 14 años, había terminado el bachiller superior en el colegio de los Escolapios de Sabadell, donde vivía. En mi decisión de ser misionero influyeron varias circunstancias, principalmente mi hermano José Luis (ya fallecido), él estaba en Colombia trabajando como misionero auxiliar en el Chamí.  Tengo que reconocer que sus cartas contándome sus andanzas misioneras calaron en mi vida y entonces me entró el “gusanillo” de la vocación. Además de maestro era poeta, escribía muy bien y contaba lo que hacía, animado por una profunda espiritualidad. Después de cinco años en América se volvió y parece que los superiores del Instituto no supieron ayudarle en esa etapa de decisión. Pero supo, con ayuda de mi familia, encontrar su camino.

Volvió a ejercer el magisterio, se casó, supo encajar en los grupos de la HOAC y allí encontró su camino de militancia cristiana comprometido en el momento confuso  de la transición española. No sé si os acordáis, pero cuando se preparaba en Burgos para la misión talló en un tronco la imagen de la Virgen que después con lo del traslado a Madrid no se supo más en donde quedó.  Yo en esta etapa me sentía atraído por los Hermanos de Foucauld, y me fui a conocerlos, viviendo con ellos una experiencia primero en Farlete (Zaragoza) y en Francia cerca de Lyon… Trabajábamos manualmente y vivíamos en pequeñas comunidades en medio de gente obrera. Pero no cuajé allí.   Volví a Barcelona y fui a vivir con varios compañeros que se habían salido del seminario de misiones para hacer un año de experiencia. Así pues, volvía al seminario de Burgos con el consentimiento de los formadores y terminando los estudios fui ordenado presbítero y junto con los compañeros Javier Alarcia y Antonio Crespo. Un día de enero de 1971 cogimos el barco y tomamos el rumbo de Brasil.  

Al llegar a Brasil salieron a recibirnos los compañeros hermanos Alcántara, José y Sebastián. Recuerdo cómo fue la llegada en el puerto de Santos y la sorpresa y admiración al subir la sierra do Mar.  Hace 400 años el misionero padre Anchieta la subió cuando aún no existían tan grandes autopistas, debió serle muy duro en aquél entonces. Me llamó la atención el verde abundante que cubría aquellas montañas.  

Mi primera parroquia, después de unos meses de adaptación junto con Luis Martínez, en Cidade Vargas, en Sao Paulo, fue Sao José de Americanópolis. Era un barrio lleno de favelas donde por primera vez me encontraba con la realidad sangrante y sufrida del mundo de los pobres del Tercer Mundo. A aquellos barrios cercanos a Sao Paulo llegaban todos los días gente de aluvión procedentes del nordeste brasileño. Eran tiempos de sequía y hambre. De allí procedían miles de familias en camiones. Compraban un terrenito y, poco a poco, se integraban a trabajar en las fábricas de automóviles que crecían en la región sur de Sao Paulo y en Sao Bernardo.

Era un tiempo de industrialización, Brasil se hacía poco a poco una potencia emergente. Allí conseguimos comprar con los compañeros Vidal y Lucinio (este fallecido en España después de haber trabajado unos años en Nicaragua) que llegaron más tarde, una pequeña casita en medio del barrio. Esto nos permitió un acercamiento a la gente que procedía de los estados del nordeste y de Minas Gerais. Tomamos una decisión de trabajar como obreros pues esto nos proporcionaría un conocimiento mayor del pueblo brasileño, participando en su vida y dificultades. Formábamos un equipo de vida y de trabajo. Además, nos ayudaría a sobrevivir pues las parroquias no tenían condiciones para mantenernos. Así pues, trabajamos en artes gráficas y en el comercio. Esto nos trajo problemas con la jerarquía, que creía que no estábamos preparados por ello, que debíamos limitarnos a atender las parroquias que nos fueron confiadas. Aquellos tiempos Brasil enfrentaba una época de dictadura militar con lo que esto significaba: supresión de libertades, persecuciones…

A nosotros, por el hecho de ser extranjeros nos vigilaban continuamente. Conocimos sacerdotes, religiosas y seglares que fueron detenidos, presos y torturados. Uno de ellos llamado Santos Díaz, que animaba la Pastoral Obrera de nuestra región, fue asesinado cuando participaba en una manifestación en la puerta de una fábrica. Hoy día las gentes de aquellas comunidades lo veneran como mártir, pues además de militante comprometido era Delegado de la Palabra en su comunidad.

Ángel Belloso, cuando entró en el Seminario 

de Misiones de Burgos, en 1961

En medio de esa iglesia surgieron obispos como Dom Paulo Evaristo Arns, Angélico, Luciano, Hélder Cámara… y en el corazón de Brasil Pedro Casaldáliga  y otros. Nuestros ojos se abrieron al vivir junto con una iglesia profética y perseguida que pagó un precio muy caro por su compromiso con el pueblo.  Nuestro trabajo misionero no era implantar la iglesia sino formar pequeñas comunidades de base en los barrios. En aquellos tiempos la gente era más acogedora y abría sus casas con cariño.

Después, debido a la violencia y a las drogas, la gente tenía miedo. En estas reuniones la gente leía y comentaba la Biblia mezclando sus luchas y sufrimientos. En esa época surgieron los movimientos populares contra la carestía, la falta de habitación, la atención médica, trabajo, libertad. Así surgieron líderes populares, sindicales y políticos. Uno de ellos fue Lula da Silva que llegó a presidir Brasil durante ocho años y en esa época los pobres vivieron tiempos de más prosperidad con mejores salarios y posibilidades. Los brasileiros siempre añoran esta época de las vacas gordas. Aprendimos a leer la Palabra de Dios encarnada en las luchas y victorias del pueblo.  

Cuando me trasladé a la diócesis de San Andrés, cerca de Sao Paulo, el obispo me solicitó que acogiese en mi parroquia jóvenes seminaristas. Ellos, estudiaban Teología en la facultad y residían conmigo. Era una forma nueva de preparase para el sacerdocio. De esta manera podían unir la teoría y la práctica, los conocimientos bíblicos y teológicos con la vivencia en el barrio con la proximidad a las gentes y a sus problemas. Algunos llegaron al sacerdocio. Esa experiencia estaba muy mal vista por el Vaticano que poco a poco fue orientando a los obispos para construir edificios dedicados a seminarios. Para mí esta experiencia de poder colaborar en la formación de sacerdotes me enriqueció mucho espiritualmente.  

En los años 89-91 volví para Sabadell, Barcelona en donde estoy incardinado. Quería acompañar a mi madre, que estaba enferma y, aprovechar este tiempo para actualizarme en la facultad de San Cugat del Vallés. Vivía en una parroquia y hacíamos equipo con otros curas, algunos obreros. Eran buena gente y me acogieron muy bien. Después decidí continuar mi trabajo misionero en Brasil.  

Quiero hablar un poco de mi corta experiencia misionera en Cuba (dos años). En una asamblea continental del IEME, se habló de que era llegado el momento de enviar un grupo, formado por voluntarios, de los grupos que actúan en América y Caribe, a Cuba.  El que en aquélla época fue Director General del IEME, José Manuel Madruga, había tenido contactos con algunos obispos de la isla y él se animó en llevar adelante este proyecto. Hubo una reflexión en los grupos y se rogó que se presentaran voluntarios. Yo lo pensé con los compañeros y me ofrecí, era el año 2001, y tras una etapa de preparación en Madrid junto con Juan Pozuelo, Antonio López, iniciamos un grupo en la diócesis de Ciego de Ávila. Después de un tiempo, sentí la diferencia de Cuba con lo que había vivido treinta y tantos años en Brasil. Al mismo tiempo mi salud se resquebrajaba y no me adapté.

En contacto con Izco decidí volver a Brasil, no sin antes hacer un Curso de Teología Pastoral en Madrid. La experiencia de Cuba me marcó profundamente, fuimos bien acogidos por el pueblo y por los obispos. En muchas cosas veía semejanzas al pueblo brasileño: el color moreno de mucha gente, su sencillez y raíces africanas. Fui descubriendo un pueblo que llevaba muchos años de sufrimiento, por un lado, y, debido al bloqueo impuesto de USA, había carencia de alimentos y medios de subsistencia.  El pueblo luchaba para sobrevivir y algunos recibían ayudas de los familiares que habían emigrado a otros países. Por otro lado, se veía una fuerte presión ideológica por parte del Partido Comunista que dominaba, no dejando posibilidad para el pueblo organizarse. Los cristianos se veían obligados a enfrentarse a este sistema de vida y con cuidado para no exponerse mucho. Quien criticaba o actuaba contra el sistema era perseguido o declarado enemigo del régimen. 

Volví a Brasil en el año 2005 y allí continué hasta que llegó la hora de decir “Hasta aquí llego”, como antes lo expliqué. Durante estos años pasé por varias parroquias en la región sur de São Paulo: San Jorge, San Vicente de Paulo, San Geraldo Magella.  En la parroquia San Jorge trabajé con el ya fallecido Martin Ángel (Martiño), fue mí mejor etapa pues éramos un equipe ideal para trabajar juntos y enfrentar aquella realidad desafiante.    

Agradezco a Dios este caminar de 50 años vividos en varios sitios, 47 de los cuales en América latina, a la que debo mucho y por lo que agradezco mucho al Señor y, al mismo tiempo reconozco que podía haber hecho mucho más. 

 

 

Comentarios

  1. Otra vida ejemplar y estimulante, de entrega al ideal y a la Palabra. Mis mayores respetos al Padre Belloso por una vida bien vivida y productiva.

    Solo no concuerdo con el que el hambre de la gente en Cuba tenga que ver con bloqueo alguno. En casa de mis abuelos, en Torresandino de Esgueva, Burgos, no había un céntimo y no se conocían muchas de las ventajas de la cultura citadina. Pero nunca faltaba de comer. Más bien sobraba porque los de la ciudad venían a reponerse al pueblo, instados incluso por los mismos médicos. Lo mismo pienso de Cuba. De acuerdo que un bloqueo impida acceder a objetos de consumo del exterior. Pero sobra tierra para sembrar y cabeza para criar animales, desde el cerdo que es básico en su alimentación tradicional ( un lujo desde 1959) hasta pollos, huevos, conejos o cualquier cosa comestible. El problema es que nadie puede sembrar o criar nada por su cuenta, y así no se puede quitar el hambre nadie. La producción y venta de carne de vacuno o cerdo es perseguida por el Estado como si fuera droga. Y es que si alguien tiene una vaca o un puerco debe tenerlos registrados con el gobierno, y ay de usted si se le mueren y no presenta el cuerpo "del delito" para que se les quite de la lista. Si le pillan comercializando un pedazo de carne, va a la cárcel.
    Si aun habiendo bagazo de caña como para fabricar papel y empapelar el globo terráqueo, usted se queja de tenerse que limpiar el culo con papel periódico mojado, puede que termine con algo más que con una patada en el culo ( por otro lado, más ilustrado de la historia). Y así miles de ejemplos. Sólo esa apreciación no me cuadra, el que siempre se blanquee la dictadura cubana y se desvíe la culpa del hambre y el sufrimiento del pueblo cubano a slogans políticos que ya no se pueden sustentar. Claro, los cubanos sólo se lo contarán cuando estén fuera de Cuba y se sientan seguros. Porque nadie comete el suicidio de cuestionar el bloqueo dentro de la isla, o se juega que le bloqueen para siempre en todo sentido.
    Por lo demás, muy estimulante el trabajo desde las bases y las raíces de los problemas de la pobreza. Algo con lo que en América Latina se convive como en España con los gorriones, en toda época y condición.

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