Aventino Fernández - Misionero en Costa Rica
AVENTINO FERNÁNDEZ
Misionero en Costa Rica
El 29 de noviembre de 2013 recibíamos la noticia del fallecimiento en Torrelavega,
Cantabria, de Aventino Fernández. Yo manifesté al IEME en nombre de todos
nuestro más sentido pésame, que he rogaba harían extensivo a la familia. El
funeral fue el lunes siguiente, a las 9 h. de la tarde.
Leopoldo Aranda, con Aventino, en el Hospital
Nuestro compañero Leopoldo Aranda nos envió
unos recuerdos bonitos, familiares y cariñosos, recordando a Aventino
Fernández. Y algunas fotos que adjunto. Leopoldo nos decía: “Teodoro Nieto, al darme la noticia de la
muerte de Aventino, me sugirió una nota-recuerdo del mismo en un homenaje que
le van a programar, según entendí. Van estas líneas como un aporte a dicha
sugerencia y la expresión más condolida y sincera de mis sentimientos hacía
quien, en vida y en mi recuerdo, siempre estará presente. Un abrazo. Leopoldo.
AVENTINO
Se nos fue Aventino, pero su recuerdo y cariño en nuestro corazón
siempre nos acompañarán. Tuve la suerte de estar siempre muy cerca de él,
aunque las distancias físicas nos separaron.
Queda lejos la noche del 14 de diciembre de 1956, cuando los dos
empezamos el viaje hacia Colombia en el vuelo de Avianca. Fueron 23 horas
justas hasta llegar, a las 12 del mediodía del 15 al viejo aeropuerto de
Soledad-Barranquilla. Ya en el avión la fiebre por las vacunas suministradas le
molestó... Su salud marcó su vida hasta su muerte.
Pasamos los tres primeros días en el Asilo de San Antonio de
Barranquilla, aguantando el calor tropical, en contraste con el frio del
invierno madrileño. De esos días recuerdo las primeras inmersiones en el
"léxico costeño": en mangas de camisa y sudando, las monjas
venían con refrescos, Coca-Cola, etc. y nos preguntaban "¿les provoca tal
cosa?" y, al responder nosotros que no, ellas retiraban lo que nos
ofrecían y seguíamos en las mismas, hasta que en la siguiente ocasión, antes de
responder, dijimos “¿qué significa provocar?” y resuelto el problema, con una
nueva dimensión del susodicho verbo.
A los tres días, en avión, llegamos a San Marcos, en el Vicariato,
donde nos esperaba Monseñor Santos. Allí, más calor que en Barranquilla. A los
dos días, los pies, por el calor, se le hincharon a Aventino de tal manera que
tuvieron que hacerle unas alpargatas a la medida. De inmediato le destinaron a
Rioviejo. Lo único que le dijeron fue: De aquí, llegas a Magangué y allí coges
un transporte fluvial que te llegue a Ríoviejo. Imagínense semejante
"aventura" en ese "nuevo mundo".
Su salud, siempre su salud, pero siempre su buen genio y serenidad,
pronto obligó a que lo trasladaran al Chamí. Allí le tocó vivir en un caserío
perdido y aislado de toda de forma de comunicación: San Antonio del Chamí,
cerca de unos grupos de indios Katíos. Con él pasé unas Navidades. De allí es
la foto con su perro.
Posteriormente pasó a Quinchía, más cercano a Pereira y con mejores
condiciones de vida, aunque su salud seguía, como siempre, ocasionando unas
cuantas operaciones quirúrgicas. De estos días tengo varios recuerdos...
Estando yo en San Marcos, a comienzos de los 60, recibo una carta y al abrirla
lo primero que leo es "querida hermana". Me imaginé lo sucedido y le
llamé. Había escrito el mismo día dos cartas y confundido los sobres, con el
consiguiente problema. A mí (su hermana querida) me contaba maravillas de su
vida y su salud, y a su hermana (yo en realidad) todo lo contrario sobre los
problemas serios que soportaba. Traté de arreglarlo y escribí a su hermana
procurando minimizar el relato.
Nos volvimos a encontrar en Pereira, en la Navidad del 68.
Temprano, desde Quinchía, llegó al Hotel donde estaba con mi esposa y pasamos
juntos todo el día hasta que volvió a su Parroquia. A Cartagena volvía de vez
en cuando a pasar unos días con nosotros. Eran momentos inolvidables por su
carácter, su sentido del humor y su sencillez.
Mas tarde, ya en los años 70, y también por motivos de salud, le
trasladaron a Cartagena como Capellán de la Clínica Madre Bernarda. Yo estaba
radicado en Barranquilla y con frecuencia cogíamos el carro y nos pasábamos el
día con él o se presentaba en nuestro apartamento y retornaba por la tarde.
Para mis hijos era como su tío, se alegraban al verle y jugaban con él. Siempre
lo recuerdan.
Después, cuando él volvió a España, perdí el contacto y me llegaron
rumores de su muerte. Falsos rumores, hasta que el amigo común, Teodoro Nieto,
hace unos años me dio la dirección precisa de su última residencia.
He
mantenido contacto telefónico con él y en el pasado mes de abril, en un viaje a
Torrelavega, me faltó tiempo para encontrarnos después de tantos años...
evocando recuerdos y pensando, en mi interior, que sería la última vez que nos
íbamos a encontrar.
Al recibir la noticia de su muerte y de sus últimos sufrimientos,
me alegré por su descanso y su paz.
Siempre llevaré conmigo su recuerdo: el de un hombre íntegro,
sincero, servicial y paciente, que se hizo querer por todos los que tuvimos la
suerte de conocerle.
Leopoldo Aranda Palomo.
San Pedro de Alcántara-Marbella.
Por su parte, Jose Maria Rojo, en aquellos días Director General
del IEME, nos envió esta crónica de su viaje a Torrelavega:
GRACIAS, AVENTINO, POR
TU TESTIMONIO
Ayer, miércoles, 7 de agosto, el Alsa de las
7.30 am (después de parar en la Terminal 4 de Barajas, a ver si me arrepentía e
iba en avión, supongo) me dejó a las 10.25 en la estación de Burgos, donde me
esperaba Daniel Camarero - mi primer párroco en Perú - para llevarme a
desayunar a su casa y esperar la puntual llegada de Teodoro Nieto, como estaba
previsto.
Los tres enrumbamos en coche hacia Torrelavega, Cantabria, para visitar a don AVENTINO FERNÁNDEZ ALONSO, decano del IEME, quien con sus 90 primaveras al hombro aventaja en cuatro meses al segundo - monseñor Tato - y a quien “adelantó por media hora en su primera llegada al Seminario de Misiones de Burgos”. Así nos lo dijo el propio Aventino en su cuarto de la Residencia S. José, de Torrelavega (Cantabria).
El anterior 2 de agosto, le habían amputado una
pierna en el Hospital de Sierra Llana y allá fuimos a verlo en mi primera
visita como Director General a un enfermo fuera de Madrid. Primera sorpresa:
encontramos su cama vacía en el hospital: “D. Aventino acaba de salir esta
mañana, ya lo han dado de alta”, nos dijo quien había sido su vecino en
habitación.
Con la buena noticia nos vamos hacia su , y
segunda - y mucho mayor - sorpresa: ni mencionó su operación y su pierna en
todo el tiempo que estuvimos con él: con una entereza, un coraje y un humor a
prueba de bomba, disfrutamos con él, recordando anécdotas, escuchando sus
poesías y hablando de unos y otros.
Como 20 veces nos agradeció la visita, pero...
pareciera que el ángel del Señor le hubiera dicho en el hospital: “Ya, sal de
aquí, vete a tu cuarto en la residencia y fortalece la fe de tus hermanos que
vendrán a verte...” En ello coincidimos los tres bajando por las escaleras del
hospital y, al coger el coche vuelta hacia Burgos, dijimos a una: “gracias,
Aventino”. Chapeau,
señor decano del IEME.
José
Mª Rojo
Qué bonita historia !!! Lo de las "monjitas provocadoras" me hizo reir. Como cuando a uno por aquí le dicen "¿ me regala su firma? ¿ me regala su pasaporte?"... y uno se queda como extrañado y al final responde " te regalo... pero por un ratito... luego me devuelves la firma porque la necesitaré siempre, o mi pasaporte porque sin él no puedo viajar". O , como en Guatemala, que para el mismo fin dicen: " ¿ Le molesto con su pasaporte?" A lo que yo, mordaz, suelo responder: " Me molesta sólo si me mete usted el pasaporte en el ojo, por ejemplo". Y es que sólo están pidiendo, en ambos casos, que uno les pase el pasaporte, o que firme la ficha del hotel.. una forma amable de pedir las cosas. Sobre el lenguaje se podría escribir mil anécdotas, más sabrosas e inteligentes, sin duda alguna, que la cosa esa de "todEs", "niñEs" y demás ocurrencias sin mucha enjundia que digamos. Pero no quiero polemizar, que bien pudiera ser equivalente a "polinizar" si no hubiera tanto cabeza dura en la que no hay forma de que germinen semillas, ni sembrando con taladro.
ResponderEliminarPuedo imaginar la soledad de Aventino en esas aldeas alejadas, aquejado además de problemas de salud, con su sotana blanca en medio de esos calores infernales. En la aldea garífuna de Sangrelaya, en la costa caribe de Honduras, a la que me costó llegar tres días caminando por el borde la playa, encontré en 1977 una pequeña comunidad de monjas españolas, todavia con el hábito negro completo y cofias de esas de mariposa. A 40 grados de calor a la sombra y en una aldea enmedio de la selva, de negros garífunas de religión animista y creyentes es espíritus que se aparecen a reclamar siempre algo. Imaginaba yo cruzarte en una noche de luna en medio de la foresta a una de estas monijtas de hábito completo y me puedo imaginar el infarto consiguiente.
Debo decir que misioneros como Aventino fueron los que despertaron en nuestras jóvenes voluntades las ganas de cambiar el mundo, en sus más recónditos rincones. Sus vidas y aventuras fueron las que hicieron chisporrotear nuestros corazones para que soñáramos en las nuevas cruzadas, esta vez sin espadas ni muertos, sino con el mensaje del Carpintero, aunque las misas fueran todavía en Latín y el discurso un poco alejado de la realidad. Estos pioneros fueron nuestro ejemplo. Creo que a ellos se debieron muchas vocaciones y que por eso tienen sin duda un lugar privilegiado " a la derecha del Padre".
Me quito el sombrero ( y conste que colecciono más de una docena para tapar mi calva) ante curas como éstos. Más historias de éstas deben ponerse en este foro, y no las tonterías que hacemos los vivos para sentirnos tales ( ya seguro alguno sintió que le piso los juanetes.... jajajaja).
Por cierto, la foto es en Colombia. San Antonio del Chamí es un caserío del Municipio de Mistrato, en Colombia. El pie de foto dice "Costa Rica".
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