Mozambique: Luz en las tinieblas

 

MOZAMBIQUE: 
UNA LUZ EN LAS TINIEBLAS

Waldo Fernández Ramos 

Publicado en el número 293 de la revista Misiones Extranjeras,

correspondiente a abril-junio de este año

 

                                   Misioneros en Mozambique, año 1970

Foto enviada por Alfonso Valverde el 28 de septiembre 2009 La sacó Genaro Artazcoz (Director General, entonces) en noviembre de 1971, en Beira (Mozambique) Ya hace la friolera de 50 años. Los nombres de todos: 

      Empezando por arriba y por la izquierda: Mateo Carbonell; Domingo Ferrao (sacerdote mozambiqueño); Lerchundi; el hermano Tardío; Alfonso Valverde; Miguel Buendía (gafas y barba); Eduardo Llobet (para nosotros: "Marenga": "persona importante", se lo pusieron los negros); Martín Hernández; Suso Camba; Miguel Pérez; Genaro Artazcoz; (nos estaba visitando en Mozambique). 

    Debajo del sacerdote africano está Alfredo Díaz (gafas y barba); Alejandro Muñoz; Vicente Berenguer (está entre Valverde y Buendía); Mariví (misionera seglar); Julio Moure; el hermano Jacinto; Jesús Grisaleña; Goyo; Juan Hernández; (está entre Alfredo y Alejandro); Alberto García (gafas y barba); Pepe Casas; Miguel Antoni; Abajo, a la izquierda: Luis García Castro y Miguel López del Bosque.  

Faltan cuatro que estaban de vacaciones o estudiando: Juan Pascual; Enrique Ferrando; Alberto Font (se había quedado en Mukumbura) y Javier Rotellar. Espero que esta bonita foto de "nuestra pequeña memoria histórica" os guste a todos. 

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En julio de 1953 el obispo de Beira (Sebastián Soares) pidió al IEME misioneros para Mozambique, un territorio de 53.000 kilómetros cuadrados y 104.000 habitantes, pertenecientes a cinco tribus.

Al año siguiente llegaron los tres primeros misioneros. Víctor Manuel Díaz Cenera, Juan Pich Roca y José Vives Gimó. Diez años más tarde ya eran 18 (15 sacerdotes y tres laicos).

Los “Padres de Burgos” (así eran conocidos) fundaron misiones poco a poco, donde evangelizan y promueven la educación, la salud y el desarrollo de la gente, junto con religiosas y otros agentes sociales y religiosos. Surgen las misiones de Miruro, Uncaña, Mukumbura, Moatize, San Pedro y Santiago (en los suburbios de Tete), Changara, Chioco, Susundenga, Vila Pery... En 1962 fue creada la diócesis de Tete, desmembrada de la de Beira, y los misioneros se repartieron en las dos.

Bien pronto comenzaron a soplar con fuerza los vientos de la independencia en varias colonias europeas en África.

En junio de 1960 tiene lugar en Mozambique la primera manifestación pública contra el colonialismo, que las autoridades portuguesas reprimen a sangre y fuego, con un saldo de unas 500 personas muertas.

En 1962 fue fundado el Frente de Liberación de Mozambique (FRELIMO), movimiento revolucionario armado que comenzó a actuar por la zona de los misioneros, en 1965.

A finales de los 60, el gobierno portugués comenzó a retrasar los permisos para ir a Mozambique a los misioneros españoles que ya estaban en Portugal aprendiendo portugués. Al parecer, se dio cuenta de que el objetivo de los “Padres de Burgos” en Mozambique no era “hacer buenos portugueses” a los nativos, como él deseaba.

Poco a poco, la gente se va identificando con la guerrilla del FRELIMO, no solo por el ideal independentista, sino por la necesidad de salir de unas condiciones de vida deplorables, frente a los privilegios del grupito de blancos. Muchos jóvenes se van a las ciudades o se incorporan al movimiento armado.

A inicios de los 70 la guerra se recrudece. La guerrilla realiza ataques y sabotajes. El ejército portugués reprime y masacra a campesinos sospechosos de haber dado comida a la guerrilla. A mediados de 1971 las tropas masacran a decenas de personas en poblados de la selva de la zona de Mukumbura. Los misioneros Martín Hernández y Alfonso Valverde son testigos de los hechos, toman fotos, entierran a los muertos… Los misioneros sienten el acoso de la vigilancia policial y reciben amenazas de expulsión. 

Las autoridades consideran la evangelización como una asimilación espiritual de los africanos a la cultura portuguesa… Y muchos obispos participaban de esta visión. El 28 de mayo de 1971 se van de Mozambique los Padres Blancos, “para manifestar clara y públicamente que no querían seguir identificándose con una Iglesia local cuyos pastores estaban ligados al gobierno portugués y no se atrevían o no querían denunciar el carácter profundamente injusto y antievangélico de su política…”.

En una situación similar se encuentran otros grupos misioneros: Padres de la Consolata, Capuchinos, Combonianos, IEME… Informaban a sus obispos sobre la situación, pero éstos nunca se pronunciaban públicamente ni daban respuestas a los misioneros, que se veían en la difícil situación de denunciar las violaciones de los derechos humanos, y ser expulsados del país, o morderse la lengua para seguir caminando junto a la gente…

El recrudecimiento de la guerra afectará profundamente la vida de la gente y de las actividades de la Iglesia. La situación obliga a cerrar varias misiones. Y en las que permanecen abiertas, a los misioneros no se les permite salir a visitar las comunidades. A la gente no le quedan más posibilidades que ser cercados por el ejército en los “aldeamientos” (campos de concentración) o irse a la selva con los guerrilleros.

El 2 de enero de 1972, Alfonso Valverde y Martín Hernández viajaban a Rhodesia, para informar a otros misioneros de las masacres en Mozambique y que ellos difundieran esa información en Europa. Los detuvo el ejército rhodesiano de Smith, que los entrega al ejército portugués para ser encerrados en la cárcel de Machava, en Lourenço Marques, (Maputo) capital mozambiqueña, donde había más de 2.000 presos, muchos incomunicados y muriéndose de hambre, sed y torturas.

Pasan los meses, se suceden los interrogatorios… y nada se concreta. Finalmente, después de un año de cárcel, el 8 de enero de 1973 empieza un juicio militar a nuestros misioneros, en el que son acusados de apoyar logísticamente al FRELIMO, incitar al pueblo a la rebelión y “atentar contra la seguridad del Estado, por pretender separar a Mozambique de la Madre Patria”. Aparentemente son absueltos, pero siguen en la cárcel, hasta que en noviembre son “amnistiados”, sin juicio, y expulsados de Mozambique. Los metieron en un avión y, luego de una breve escala en Lisboa, aterrizaron en Madrid, sin pasaporte y sin una peseta… Habían pasado 22 meses en la cárcel.

Para entonces, el gobierno portugués había suspendido los permisos de entrada a los “Padres de Burgos”, y entre marzo y octubre fueron expulsados o forzados a irse 14 misioneros. A finales del 73 ya sólo quedaban 12 “Padres de Burgos” en Mozambique (unos meses antes eran 28).

Un nuevo hito de barbarie se produjo entre el 12 y el 19 de diciembre. En Wiriyamu, cerca de Tete, son masacradas más de 400 personas. Los misioneros logran conectar con periodistas, y los hechos son publicados en la prensa británica con gran impacto. Fue un duro golpe al sistema colonial, que se iba descomponiendo también en la Metrópoli por otras causas.

El 25 de abril de 1974 estalla en Lisboa la “Revolución de los claveles”, que derriba la dictadura y marca un cambio en la historia de Portugal y sus colonias. Las tropas en Mozambique, desmoralizadas, solo querían terminar la guerra… El 7 de septiembre se firmaba en Lusaka (Zambia) un acuerdo entre el FRELIMO y el Gobierno portugués sobre un “gobierno de transición” hacia la Independencia. Y el 25 de junio de 1975 fue proclamada la independencia. Y ahí empezaba otra historia.

Pero… antes de poner el punto final hay que decir que el 9 de agosto de 1976 caía abatido a balazos el Padre Luis García Castro, el misionero más pasional y carismático que alguien pudiera imaginar. Lo acribillaron soldados del gobierno racista de Rhodesia, que incursionaban desde su país para crear dificultades a las nuevas autoridades de Mozambique. Durante 18 años había derrochado alegría y amor a África.

 

 

Comentarios

  1. En 1980, participaba yo como miembro asesor de la delegación de Honduras en el Congreso Mundial de UNESCO en Belgrado. Un día cualquiera, haciendo fila para el bufet del almuerzo en la cafetería, entablé conversación con quien resultó ser el vicepresidente del gobierno de Mozambique. Conversamos y le hablé de mi procedencia del IEME y de los curas españoles que habían dejado huella en el país y en su proceso de independencia. No recordaba a nadie en particular pero si a VICENTE BERENGUER, a quien me dijo conocer y me comentó el importante papel que jugaba en la educación y cómo se valoraba muchísimo su contribución. Yo había conocido circunstancialmente a Vicente Berenguer, no recuerdo si en Burgos o ya en Madrid, y le pedí que si lo veía le comentara la coincidencia y le diera mis afectuosos saludos. No sé si lo hizo, pero sin duda que esa anécdota me confirmó aquello de que "el mundo es un pañuelo".

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