Miguel Serra Rosanas

 

 

MIGUEL SERRA ROSANAS

Formador y Administrador

Dice José Ignacio Mata: Todos somos de primero de filosofía. Ninguno llegamos a cura.  De derecha a izquierda, el primero, cortado y de flequillo, soy yo.  Luego veo a Antonio Ruiz, Alfonso Sastre, Javier Antón (de corbata), detrás de él, Manuel (Manu) Urquiaga, Xavier Epelde, Alfonso Lizárraga, no reconozco al siguiente y, con cigarrillo en mano, Miguel Serra y Rosanas. Nuestro formador, amigo y colega.


A Miguel Serra, yo, Ángel Saiz, lo recuerdo como ayudante del P. Ángel, nuestro Administrador y responsable de la intendencia y alimentación de los seminaristas del Seminario de Misiones de Burgos.

El año que tuvimos algunos de nosotros nuestro “Año de Formación en el Mundo” (así lo llamábamos), recuerdo que vino a Cornellá (Barcelona) con Rafael Janín. Allí tuve ocasión de conocerlo personalmente y me pareció un hombre muy humano, serio y consecuente en todo hasta el total. No volví a verlo más pues pronto dejé ya el seminario.

Jose Ignacio Mata tuvo un conocimiento más profundo de Miguel Serra. Dejo en sus manos sus recuerdos. Y así dice José Ignacio:

Miguel Serra era nuestro flamante "formador" en los primeros años de filosofía en Burgos. Creo recordar que así se denominaban los llamados a esculpirnos al estilo javierano: con la aplicada disciplina y voluntad de un espartano, la devoción de un San Luis Gonzaga, el sentido crítico de un jesuita y el valor de un explorador de selvas y territorios de peligros desconocidos.  

Miguel Serra fue más que un padre para muchísimos de nosotros en sus años como formador en Burgos. Cuando en alguna ocasión hablaba yo de que nuestros formadores no nos escondieron jamás su humanidad pensaba entre otros en Miguel Serra, uno de los "hermanos mayores" que más nos ayudó a entendernos a nosotros mismos y a entender a los demás; a ser honestos con nosotros mismos y con el mundo, y a comprendernos y aceptarnos todos en nuestra únicas y ricas individualidades.

Miguel Serra fue destinado a Brasil, donde al poco tiempo se enamoró de una dama relacionada con la casa cural, dejó el sacerdocio y se dedicó a la crónica deportiva. Luego fundó una escuela de formación de empresarios, de esas organizaciones motivacionales. Murió de cáncer en julio de 2012.

En marzo de aquel año, en concreto el día 7, le envié este correo:

Miguel, querido Miguel: Puede que el tiempo y la distancia sublime las cosas, pero en el caso concreto del recuerdo que tenemos de ti quienes tuvimos la suerte de tenerte de formador no necesita sublimarse, porque siempre fue sublime, como mínimo. Cuando mi "quinta" llegamos a Burgos desde Alzola y nos pusieron bajo tu cuidado, tú ya tenías mucha experiencia trabajando con jóvenes.  Recuerdo que eras líder espiritual de los boy- scouts y que todos te respetaban y querían muchísimo.
       Nosotros no pudimos encontrar mejor formador que tú, porque creo que, viendo las cosas en la distancia, tú estuviste también siempre en periodo de formación como ser humano.  Nunca nos escondiste tus propias dudas o debilidades, siempre fuiste con nosotros como un compañero más, con un lado humano muy grande que nos supiste transmitir como pocos.
       Yo recuerdo, ya en segundo o tercero de filosofía, cuando insistías en que tratáramos de dormir y no quitar demasiado tiempo al sueño quedándonos estudiando hasta tarde,  algunos solíamos burlar tu vigilancia y nos daban las tantas "empollando" porque se nos echaban encima los exámenes, y todos los profesores eran muy exigentes.  Yo era uno de los que, tapando las rendijas para que no se viera que tenía la luz encendida, me quedaba hasta tarde estudiando con la música de Miriam Makeba suavecita, de fondo.  Una noche, como a las 2 de la mañana te apareciste tocando la puerta.  Pero recuerdo que no venías a reclamar que apagara las luces y me durmiera de una puñetera vez, sino viniste porque tú mismo no podías dormir y necesitabas hablar con alguien.  Tenías una crisis de esas que eran frecuentes en todos nosotros, crisis que llamábamos “de identidad", de "compromiso".  Recuerdo que medio en broma y medio en serio te pregunté: “A ver, Miguel, ¿de quién te has enamorado ahora?..."  Porque tu sentías igual que nosotros esa necesidad de cariño y ternura que se nos revolvía cuando en nuestras actividades sociales en las calles, compartíamos compromiso con mujeres de increíble fortaleza, belleza y personalidad.

Recuerdo perfectamente cuando te destinaron a Brasil y tu alegría de por fin ir "a las misiones", mientras nosotros nos entristecíamos de que te fueras tan lejos.  Recuerdo cuando recibimos la noticia de que te salías, de que "colgabas la sotana", de que, en tu permanente batalla entre lo divino y humano de tu ser, había podido más el amor que cualquier otra cosa. Por supuesto que pensamos que en este tipo de batalla entre lo humano y lo divino en un ser humano como tú, no podía haber mejor vencedor que el amor. Al vencer al amor vencían ambos, lo divino y lo humano a partes iguales.
       Luego te perdimos un poco la pista y yo hace años te encontré y nos escribimos (no recuerdo si fueron algunos pocos correos cuando comenzaba la era de los e-mails a ser imprescindible). Me contaste de tu dedicación a la radio, a los deportes, de tu empresa de cursos de capacitación y motivación, de tu familia etc.  Y vi que tu vida no era muy diferente de las de quienes formaste. La vida de hombres de bien, con muchos valores, con mucha autenticidad para enfrentar las propias dudas y ayudar con las ajenas, de personas íntegras de pies a cabeza.

La vida no nos ha dado la oportunidad de volver a vernos, yo he viajado por prácticamente toda América Latina, pero nunca he tenido Brasil como destino. Pero quiero que, desde la distancia, sepas que estamos todos unidos por los mismos vínculos que nos unían en Burgos, vínculos que no son precisamente, materiales, vínculos que son de los que ni el tiempo ni la distancia pueden romper.

Angel Saiz nos ha comunicado que tu salud está en crisis. Sobra decirte que cuentas con nuestras oraciones y toda la energía positiva que puedas imaginar.  Mantennos informados de tu mejoría, porque esperamos con FE que sabrás torear este "morlaco" y salir airoso de la corrida.  Sabes que puedes contar siempre con nosotros.  Mantente comunicado y cuenta con nuestro más profundo y sincero cariño.

 

 

Miguel Serra, con su familia, en Brasil

 

El día 8 de marzo de 2012 Miguel Serra le contestaba:


     Estimado José Ignacio: Ni yo sabía de esta mi timidez... Pues bien, te autorizo a contar lo que quieras, creo que en este momento de tímido no me queda nada.
     No puedes imaginar cómo, en un momento de debilidad física, son agradables estas vuestras letras. Reconfortan y dan ánimos a seguir al frente. Que Dios escribe recto por líneas torcidas es un hecho, nosotros creemos estar haciendo nuestra vida, pero en el fondo ÉL nos va llevando de la mano, encontrando, donde menos se esperaba, un aliento y un refuerzo a nuestra FE.
     Estoy muy feliz de haber sido útil, con mi ejemplo, para alguien, sé que no soy perfecto, pero también tengo conciencia de que, sentido de responsabilidad y honradez nunca me faltaron. Ah, y una cosa que creo que nadie sabe: cuando después de unas semanas de retiro dirigidas por Monseñor Arns (Obispo de São Paulo en aquél entonces) él me llamó de nuevo para ver mi decisión final de colgar la sotana, al confirmar que quería colgarla, el respondió "es la primera vez que veo a alguien largar el sacerdocio por exceso de fe". A lo que respondí... ¿y puede haber exceso en esto? La FE también estuvo siempre conmigo.
     Nunca dejé de creer y el AMAR A LOS OTROS COMO A TI MISMO ha sido siempre mi norma principal.
      Gracias, Mata, por tus letras y a todos muchos saludos. Miquel Serra.


En julio de 2012, Luis Martínez, desde Peruibe (Brasil), nos comunicó el repentino fallecimiento de nuestro compañero y querido amigo Miquel Serra. Yo le había enviado ya dos correos pidiéndole me informara de cómo iba su estado de salud, comprendo que no me contestara por lo débil que se encontraba.


 Apreciado Ángel Saiz: 

Hace 40 años, Miguel Serra y yo fuimos destinados al Brasil y juntos viajamos en un viaje que resultó épico, pasando por Colombia y Guatemala. Los dos decidimos casarnos y reorganizar nuestras vidas y otras historias ocurrieron, pero la unión entre las dos familias es también un reflejo de ese espíritu de amor que existe entre nosotros.

Miguel comunicó que se encontraba con cáncer y estaba llevando con regularidad el fuerte tratamiento a que se encontraba sometido. Algunas veces lo acompañé y cada vez veía aquel cuerpo más debilitado.

Ayer un infarto detuvo la vida de nuestro amigo; sin posibilidad de socorro, Miguel nos abandonó. Hoy fui yo uno de los que cargaban el féretro. Descanse en paz.

 

Miguel Serra, del Barça

 

El día 25 de julio de 2012 José I. Mata nos decía:

 Qué tristeza, Ángel, qué tristeza. Siempre la fe nos dice que es al otro lado "donde está lo bueno" y que en ese sentido nuestra vida aquí es como quien espera en la entrada del cine para ver su película favorita, o en la puerta de la discoteca cuando éramos más jóvenes, esperando que se hiciera sitio dentro para que dejaran pasar a otros pocos más.  Pero el corazón, que es siempre egoísta, se nos conmueve de tristeza cuando alguien querido se va, como ahora Miguel, a pasarla bien al otro lado.

Miguel no estuvo en Alzola, ese fue Ciriaco. A Miguel lo disfrutamos los alzolatarras cuando llegamos a primero de filosofía a Burgos allá por 1969, si no me equivoco, y nos instalaron todavía en el "ala vieja", donde los pasillos eran larguísimos y altos, y las habitaciones eran amplias y también de techos altos.

Miguel se encargó de nuestra formación, de hacernos "hombrecitos nuevos".  En ese tiempo ya era medio miope, algo calvo, y tenía una perilla de candado que le daba mucha distinción. Tenía un carisma especial. Rezumaba humanidad por todos los poros.  Por eso pronto lo veíamos como nuestro hermano mayor, con el que podíamos hablar con confianza de todo porque nos entendía; porque todo lo había pasado ya él también; todas las crisis de identidad (tan de moda en nuestra época); todos los males de amores y desamores, divinos y profanos; todos los desvelos y preocupaciones del mundo material, del espiritual y del que trataba de explicarnos el profesor de Evolución con las teorías de Teilhard de Chardin.  

La primera navidad algunos no quisimos irnos a casa, queríamos pasarla hablando, conociéndonos más, y así lo hicimos esa noche-buena en la habitación de Miguel, alrededor de una mesa y con dos botellas de cognac que alguien se agenció, a saber de dónde.  Y cómo hablamos, por los codos, de todo, y Miguel siempre poniendo las reglas delante, las cosas claras y el chocolate espeso.  Porque es cierto que el IEME era abiertísimo y liberal, pero nosotros "íbamos para misioneros" y eso implicaba otro par adicional de cojones. Y todo con esa mirada suya tan brillante, detrás de los anteojos, camino a ser culos de botella, y el sempiterno cigarrillo presto entre los dedos para asentar las palabras.

Y cuando comenzamos a madurar, a dejarnos de tonterías, pasó a mostrarnos la vida real: los barrios pobres para hacer apostolado obrero, los sótanos del hospicio para los de estómago fuerte.

No pude ir con él a los barrios pobres de Barcelona donde se llevaba siempre a un grupo en vacaciones y de donde venían quemados de la piel, con callos en las manos y con ternura en los corazones porque casi siempre venían enamorados. Al parecer esa entrega a hacer el bien les ablandaba el corazón y les hacía vulnerables. Había que escuchar a Miguel cuando estaba, o se creía, enamorado.  

Bueno, ya está donde se supone que se está mejor que en ningún sitio, en la casa donde volvemos todos porque es nuestro origen y nuestro destino. Me alegro por quienes lo estarán disfrutando ahora y me alegro porque yo pude disfrutarlo en Burgos, justo en los años en que más falta nos hacía alguien como él, que nos enseñara a ser seres humanos por encima de todo, a ser "hijos del hombre" para empapar de humanidad el mundo.

Un abrazo Miguel, no me esperes de pie porque yo espero entonces que te canses. Sí creo que por ahí se debe estar “de cojones”, pero todavía me gusta esperar otro poco u otro mucho por aquí, porque siento que, entre pitos y flautas, todo lo he dejado "para luego", así que me queda mucho que hacer todavía. Pero saber que tú esperas, hace menos temeroso el viaje cuando tenga que ser. Lo que nos vamos a divertir... ya verás.

 

 

 

 

 




 

 

 

 

Comentarios

  1. Hay una anecdota más que tengo de Miguel. Cuando el segundo infarto puso a mi padre a las puertas de la muerte, estaba yo haciendo un examen de evolución. Vino Miguel a sacarme de la clase con la noticia de que los médicos recomendaban corriéramos al hospital si queríamos verlo vivo por última vez. Miguel, obviamente, me acompañó en ese mal trago. Llegamos y, en la habitación, mi padre agonizaba entubado y rodeado de tres médicos y una enfermera. Mi madre, asustada, se apoyaba en la pared posterior de la habitación, pálida como el papel. Me acerqué a la cama de mi padre y le tomé fuerte la mano, lo que pareció hacerle reaccionar, mientras Miguel consolaba a mi madre. De pronto, entró un cura de rigida sotana con estola morada de bordes dorados. Dijo desde la puerta que llegaba a dar la extremaunción al moribundo. Mi padre, lo vió desde la cama y dijo claramente: " que se vaya, por favor, que se vaya, no quiero verlo". Yo me dirgí al sacerdote y le dije lo que era la voluntad de mi padre. Aclaro que mi padre no era muy religioso, pero fue el único de la familia en aceptar mi ida al seminario, por su amistad con el Padre César, que se lo recomendó insistentemente y hasta me consiguió el patrocinio de unas devotas beatas que, recuerdo, vivían en la mismísima plaza del Cid Campeador. Volviendo a la historia: el cura nos miró indignado e insistió en acercarse con los santos óleos listos en la mano. Mi padre me apretó fuerte la mano y dijo muy claramente: " por favor, saquen de aquí a ese cuervo". Tal como lo cuento. Yo solté su mano y me enfrenté diretamente con el ensotanado diciendo: " Ya lo ha oído claramente, o sale usted o le saco yo". Como lo estais leyendo. Todo un seminarista.
    El sacerdote puso el grito en el cielo y comenzó a recular gritando: " que quede claro que este señor ha renegado del perdón de Dios". Ante esas palabras confieso que sentí ganas de estamparle una buena trompada en los morros. Miguel soltó a mi madre, a quien casi sujetaba para sotenerla, y se dirigió al sacerdote rodeándolo con el brazo y sacándolo amablemente de la habitación, supongo que explicándole el debido respeto que se debe a un moribundo. Cuando regresó a la habitación recuerdo que lo miré un poco desolado, pensado qué estaría pasando por su cabeza. Me miró él a su vez con una inmens ternura y me dijo: " no te preocupes, lo entiendo perfectamente y tu padre está en su derecho de decidir lo que quiera".
    Mi padre superó ese mal trance. Tomado de mi mano se fue serenando hasta recuperarse, para asombro de los galenos y a los dos días estaba en casa reposando tranquilo. Vivió todavía seis años más, hasta que ya el cuarto ataque lo pilló débil y desprevenido y lo fulminó un lunes a las 7.30 de la mañana, en el pasillo del piso, frente a mis narices.
    A su entierro llegó tanta gente que tuvieron que abrir las puertas de la parroquia de San Pedro para que pudieran seguir la misa las personas que no lograron apretujarse dentro. No era muy religioso, como ya dije, pero supimos que hacía constantemente el bien. Así nos lo contaban personas de toda condición, totalmente desconocidas, que hablaban de su generosidad. Por algo mi madre le echó siempre en cara tener un agujero en los bolsillos, que hacía que por resolver los problemas de los demás, no saliéramos nosotros nunca de pobres. Miguel estaba ya en Brasil y no pudo acompañarme en el entierro.
    Como ésta tengo muchas anécdotas que retratan el carácter esencialmente humano de Miguel , a quien creo que mi padre habrá podido agradecerle personalmente el gesto. Además, los dos eran fanáticos del Barsa.

    ResponderEliminar
  2. Jesús Alejos dice:

    Querido amigo Ángel:
    Gracias una vez más por tus correos y tu labor de coordinación entre los miembros de la familia IEME.
    Son tantos los compañeros y curas con los que conviví en los 5 años de Alzola y los 3 de Filosofía en Burgos que no puedo, por más, que mostrar mi más profundo agradecimiento por haber convivido con ellos. Creo que este sentimiento de agradecimiento nos pasará a muchos de la familia IEME.
    Uno de ellos fue nuestro formador en Burgos MIGUEL SERRA ROSANAS. Fue tanto lo que compartimos con él que, sólo con su recuerdo, nos llena de profunda alegría, satisfacción y agradecimiento.
    Volviendo la vista atrás, cuando estábamos en el Seminario de Burgos, son muchas las imágenes que vienen a mi mente. Era nuestro formador. Veníamos despistados del Seminario de Alzola (J. Antón, L. Sastre, J.I Mata, A. Ruiz, E. Lizarra, M. Erquiaga, J. Epelde…) A él acudíamos cuando teníamos problemas o necesitábamos algo. Había una profunda confianza. Siempre estaba dispuesto a ayudar. Tenía gran interés por nosotros. Su cuarto era nuestro cuarto. ¡Cuántas charlas formativas recibíamos en él! Compartía su compañía, libros, equipo de música… Era de un carácter que se hacía querer.
    Se interesaba por nosotros y nuestras familias. En una ocasión, comió en mi casa y mis padres y hermanos quedaron admirados de ese “cura” tan simpático que no era como los que habían visto otras veces.
    Recuerdo con cariño las "confesiones" que iniciábamos en su cuarto y las acabábamos en una cafetería o paseando por la Quinta. Al final, era una confesión recíproca. Esto también ocurría con Piñeiro que se quedó con nosotros cuando él se marchó al Brasil.
    Eran tiempos de mucha efervescencia social (1968-71) Al seminario vinieron dirigentes de HOAC. Recibimos cursos sobre el movimiento obrero, marxismo… Con Piñeiro hacíamos comentarios de texto sobre libros de la editorial ZYX, relacionados con la clase obrera… Había grupos de revisión de vida…
    Se hablaba del concordato Santa Sede-Estado, de curas contestatarios… Hubo una reunión de estos curas en Valencia y Serra me invitó a acompañarle. En aquellos tiempos, era costumbre viajar en auto-stop ya que las economías no eran muy radiantes. Fuimos a Madrid, descansamos (¿dormimos?) en la estación de tren y al día siguiente a Valencia, de nuevo, en autostop.
    Pasamos un par de días y, después, a Barcelona, con el mismo modo de viajar, a reunirnos con unos compañeros que trabajaban con los gitanos. Al día siguiente, a Serra le dejaron un Seat 600 y nos volvimos a Burgos, pero pasando por Cádiz, el compañero Antón, Serra y yo. Duró varios días el viaje y ¿dormíamos? en el coche, en huertos de naranjos, cunetas, en casa de Juan Luis Campos en Sevilla… Fue un verano estupendo.
    Imágenes son muchas las que me vienen, muy positivas todas ellas. Por todo ello, doy gracias por haber compartido nuestras vidas con este FORMADOR-AMIGO.


    ResponderEliminar
  3. Voy a meter cuchara una vez mas, pues los recuerdos de Jesús Alejos me han hecho revivir emociones. Para que se hagan una idea de la "calaña" de bandoleros que Miguel tuvo que formar en el primer año, les paso algunos ejemplos:
    La broma más común era quitar las bisagras de las puertas altísimas de las habitaciones, y dejarlas solo con el picaporte. Cuando regresábamos de ver TV a acostarnos, al abir se venía la puerta abajo con el estruendo correspondiente. A´si me mataron a mi un ratón que tenía casi amaestrado. No se apartóa tiempo y le aplastó la puerta. Otra era poner monedas en las bombillas y enroscarlas de nuevo. Las explosiones y chisporroteos eran como cohetes de feria.
    Como podíamos pintar y decorar nuestras habitaciones como quisiéramos, un navarrico ( no recuerdo el nombre ahora) la pintó toda de NEGRO ( le convencieron de cambiarse a otra y dejarse de existencialismos), Javier Antón no sé que experimento hizo en la suya y provocó un incendio y hasta tivieron que aparecer los bomberos.
    A Juan Elena le puso Antón un somnífero en el café y, así dormido, le vaciaron la habitación y montaron todo el escenario de un velorio con unos grandes candelabros que sacaron de los sótanos. Cuando despertó casi se va del susto. Por suerte no necesitó psiquiatra.
    Antón cazaba gatos en los sótanos ( protegiendose de los arañazos con una sotana vieja y guantes ) les amarraba un par de latas en la cola y los soltaba en la madrugada por los pasillos.
    En fin, unos diablillos peligrosos.
    Pues Miguel Serra supo civilizar a todos los díscolos con mucha paciencia. Es cierto que creo que no salieron muchos curas de esa quinta, pero llegamos a Comillas muy fuertes intelectualmente y muy maduros de personalidad como para pasar sin problemas por las experiencias de la vida en colegios mayores, pisos y lo que se presentara. Muy seguros de nuestras debilidades y capacidades. Sin mayores complejos ( tal vez algo de complejo de "superioridad" , es broma) y mucho valor y fuerza de voluntad. Ciertamente, formadores como Miguel Serra y Ramón Piñeiro nos prepararon para comernos el mundo. La historia que cuenta Jesús, de un viaje tan increíble por media España, pasando por Cadiz para ir de Barcelo a Burgos, refleja ese espíritu de seguridad de que mientras se camine, se irá haciendo siempre camino. Por cierto, Jesús menciona a Juan Luis Campos.. ¿ Alguien sabe que ha sido de ese andaluz saleroso, fumador como chimenea, noblote como nadie? Llegó a vivir en Madrid los años de Comillas. Tengo historias con él que son de morirse de la risa.

    ResponderEliminar
  4. Vaya, coño, aún a riesgo de que me acuseis de abusador, quiero contar una anécdota con Juan Luis Campos, Gaditano saleroso. Os aseguro que os vais a reir un rato (que os siento muy serios para ser parte de los elegidos del Padre).
    Cuando llegamos a Madrid, Comillas funcionaba en el Colegio Mayor Loyola, en la parte de atrás del Colegio Mayor Mara, de chicas. Ese primer año me eligieron ( a dedo, porque no recuerdo haber presentado candidatura alguna) como delegado del trienio de filosofía, que abarcaba a quienes veníamos recogidos de estudios de filosofía de diferentes seminarios. Las aulas de clase estaban en dos niveles del edificio, y algunas daban a la parte de atrás del Mara, incluyendo la cancha de tenis.
    Como delegado me tocaron algunas "luchas", algunos conflictos fueron como el que el rector dejaba entrar a la policía para capturar a estudiantes de la Complutense en reuniones al parecer "no autorizadas". Otra huelga se montó para echar al profesor de Linguistica, un profesor gallego más difícil de entender que si hablara en Chino y que vivía precisamente en el Pio XI.
    Juan Luis Campos era de los "radicales". Agresivo como ninguno, si se declaraba una huelga, para él significaba que nadie podía entrar en las aulas. No entendía que nuestro concepto de huelga respetaba a aquellos que quisieran asistir a las clases. Se ponía en la puerta del aula y amenazaba con partirle la cara a quien entrara. Cuántas veces tuve que pelear con él, a gritos, tirándonos los apuntes a la cabeza, sobre nuestro enfoque "democrático" de las huelgas.
    En la huelga del profesor de linguistica ( semántica, semiología, significado etc. etc.) terminamos con un acuerdo que cargó sobre mis espaldas el revisar con él las clases antes de que las dictara. Para mí eso era un petardo, pero me sirvió para aprender sobre una "ciencia" que me resultaba tremendamente aburrida. Su clase era la primera de las mañanas, apenas recién amanecido.
    Resuelto el problema y regresados los alumnos a las clases, me llamó la atención que Juan Luis, el más radical luchador porque lo echaran, se sentaba en primera fila con otro compañero de Jaén con el que era "uña y mugre". Yo me sentaba el la fila última, asistiendo por obligación y esperando que no se descubrieran mis bostezos y cabezadas.
    Un día, extrañado de que Juan Luis y su amigo no se perdían clase y siempre en primera fila, me senté junto a ellos para ver si descubría sus motivos escondidos. Fue expectacular el descubrimiento, casi como los "motivos del lobo" de la famosa poesía.
    Resulta que esa primera fila daba directamente a una pared- ventanal- desde donde se veían las ventanitas de algunas habitaciones del Mara, externas, que daban a la cancha de tenis, a unos cincuenta metros de nuestras paredes. Al amanecer, se encendía la luz de una de las habitaciones y , justo junto a la ventana, una chica pechugona se despertaba desnuda y se estiraba frente a lo que supongo era un espejo. Todavía me muero de la risa cuando recuerdo a esos dos babosos babeando ante la chica que, en topless, balanceaba sus pechos frente al espejo supongo que evaluando si había crecido durante la noche.
    Muchas otras huelgas nos tocó enfrentar los años siguientes, cuando Comillas pasó a ocupar el campus de Cantoblanco. Las huelgas por el transporte, por los cambios de pensum de las especialidades que se crearon ( pedagogía y antropología y ciencias del hombre), por el cambio de secretario general etc etc. Pero Juan Luis Campos nunca fue tan combativo como ese primer año. Y los ventanales de los edificios de Comillas, que estrenamos nosotros precisamente, no daban a más paisaje que los árboles y el campo de Cantoblanco.
    Qué tiempos aquellos !!!!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Homenaje al P. Revilla - Asun Guilarte

Venancio Ortiz, Misionero del IEME

Waldo Fernández