TRABENSOL

 

TRABENSOL

Un proyecto de convivencia comprometida y participativa

Una comunidad de propietarios a la que pertenecen algunos de los integrantes de nuestra Familia de Amigos del IEME: Pepe Redondo, Luis Abad, Víctor Renes…

“Pienso, luego actúo”, es el lema de un proyecto de vida en común,

que demuestra que no todo está escrito en el mundo de la vivienda.

 

Pepe Redondo

Pagar mucho y vivir mal. Es lo primero que le viene a la mente a cualquiera que aspire a residir en el centro de muchas ciudades españolas. A su vez, el que se imagine de anciano, posiblemente se vea atendido por sus familiares o, con suerte, ocupando una de las escasas plazas de residencias públicas. Pero no todo está escrito en lo relativo a la vivienda. A su escala, existen proyectos que quieren cambiar esta realidad. Se basan en una arquitectura comprometida con el medioambiente, una convivencia participativa y fórmulas de propiedad accesibles que no engorden la burbuja inmobiliaria.

A los miembros de estas iniciativas, conocidas como cohousing o covivienda, les mueven razones de justicia social, climática y económica. También volver a una vecindad más cercana en la que el inquilino de la puerta de al lado no sea una simple figura a la que pedirle sal. Como dependientes del entorno que somos, aquellos con los que compartimos edificio pueden llegar a ser una familia con la que colaborar, disfrutar y abordar con garantías el paso del tiempo.

 

LO QUE EXISTE

Una torre de Babel en Torremocha del Jarama

¿Qué hay mejor que vivir cerca de tus amigos durante la vejez? Jaime, Paloma, Pepe y José Antonio coinciden: casi nada. Son cuatro de los 80 habitantes de Trabensol, una cooperativa autogestionada y un proyecto que trata de dar soluciones a la difícil ecuación entre vivienda, soledad y senectud. "Esto es como una torre de Babel", afirma divertido Jaime Moreno, experiodista de 83 años y responsable del comité de comunicación. "No tenemos las respuestas a todo. Pero entre todos las buscamos y nos ayudamos a salir al paso de los problemas".

 

Edificio TRABENSOL

Los apartamentos de Trabensol se ubican en Torremocha del Jarama, un municipio de 17.000 habitantes al noreste de Madrid. Inaugurados en 2013, a los 54 socios cooperativistas no les faltó valor: buscaron con ahínco el terreno idóneo y cada uno puso 145.000 euros para la edificación, en gran medida obtenidos de la venta de sus casas. Como Jaime, sus habitantes no se hacen películas. Nadie encontrará aquí una comuna utópica. Más bien, los 16.000 metros cuadrados del enclave tiran a lo práctico. Desde la jardinería a la selección de películas del cinefórum, aquí todo el mundo pone su granito de arena para facilitar la existencia a los demás. Cualquier decisión se debate y se consensúa por el bien de esta población en miniatura. Tras seis años de camino, reflexiona Jaime, siguen aprendiendo cosas nuevas. Pero han conseguido que su vida, incluso en su última etapa, sea suya y de nadie más.

“Seguimos el modelo de derecho de uso. La propiedad es de la cooperativa, que somos todos, y cada socio paga una cuota por alojarse en los apartamentos”, explica Jaime, que vive con su mujer y cuya apariencia oscila entre la de un aviador intrépido y un dandi. Como ellos, cada pareja paga unos 1.300 euros al mes; los solteros, 1.000. La cantidad cubre todos los servicios: comida (externalizada a una cooperativa de Mondragón), lavandería, limpieza, gastos y suministros o internet, entre otros. De la gestión de los espacios y la toma de decisiones se ocupan varias comisiones, en las que puede ingresar quien quiera. “Si algo he aprendido es lo importante que es llegar a acuerdos razonando y a la vez lo difícil que esto es”, asegura con una sonrisilla Jaime.

En su pulcro apartamento, Paloma Rodríguez, de 76 años, hace unos cafés y explica los motivos que le llevaron a embarcarse en la cooperativa. “Hay una figura que no me gusta absolutamente nada, la del hijo soltero con la madre al lado. Y yo... pues tengo cuatro hijos”, ironiza. Amiga de Jaime desde hace más de 40 años, cuando se conocieron en diversas iniciativas asociacionistas en Moratalaz, Paloma sitúa el germen del proyecto en 1998, cuando imaginaron una vida alternativa en la vejez. “Era una señora aventura”, sentencia. “Cambiar de vida, venirse aquí a tumba abierta. Cuando vimos que compartíamos miedos y esperanzas, dijimos: ‘estamos salvados”.

A Pepe Redondo, exmaestro de 75 años de la escuela primaria, hoy le visitan unos amigos de Canillejas. Justo antes de recibirlos, Pepe trabajaba una madera en una habitación poblada de cuadros y estatuillas, obra de “los inquilinos artistas”. Pero su principal pasión es la huerta: él es el mandamás de la comisión de jardines. Arrancando unos cuantos hierbajos, explica que él y su mujer no querían sentirse una carga para nadie. “Nos vinimos porque vimos cómo nuestros padres estaban a cargo de sus hijos, es decir, mis hermanos. Y es algo que no les gusta ni a ellos ni a nosotros. Esa vida no la queríamos. Aquí estamos con amigos y nos pareció la solución ideal”, relata.

Los habitantes de Trabensol quisieron que sus casas aprovechasen y respetasen la naturaleza que les iba a rodear. Describen la relación con su arquitecto como constructiva y atípica, de mutua escucha. Los apartamentos miran al sur y reciben más horas de luz en invierno. Por el contrario, en verano se mantienen frescos por el plano vertical de los rayos. “Es un edificio bioclimático”, continúa Jaime, “de poco impacto medioambiental, económico de mantener y adaptado para sillas de ruedas”. El agua de lluvia se recoge en un aljibe para el riego del huerto. Y 25 pozos de 150 metros de profundidad permiten mantener la temperatura alrededor de los 16 grados.

 

Paloma Rodríguez

“Las relaciones van más allá de la simple amistad. Ochéntame otra vez [un programa de TVE que versa sobre los años ochenta y noventa] refleja muy bien el ambiente que tenemos, aunque somos un poco más mayores que eso”, comenta Jaime, que hace de guía por el enclave. “En esta sala debaten las comisiones. Pero también se habla de política, de economía, de cualquier tema de actualidad. ¡Hablamos mucho! Aquí vemos películas, la siguiente que toca es Jojo Rabbit”. Después, la biblioteca, el comedor, una sala entarimada para hacer yoga, la sala de juntas… También una pequeña y acogedora estancia con aspecto de haber sido amueblada recientemente. “Aquí me han hecho un Ikea”, ríe Jaime, que confiesa que esa era su habitación favorita.

“He aprendido a observar el panorama, que ya es bastante. Y a escuchar”, retoma Paloma. “Algún berrinche te llevas”, interviene Jaime. “Sí, pero eso viene en el paquete”, contesta su amiga, una de las más activas en la cooperativa, que ya ha pasado por el consejo rector y varias comisiones. “Ahora llevo a los visitantes. Mucha gente viene a ver qué hemos hecho porque quieren emprender algo similar”, explica. Paloma también se ocupó de acogida, el área que ayuda a las nuevas incorporaciones cuando un apartamento queda libre por fallecimiento. Los últimos en llegar son un matrimonio, él español y ella estadounidense. Con el nuevo fichaje ya tienen clases de inglés.

A sus 82 años, Juan Antonio Onecha pedalea a buen ritmo en el gimnasio. Cuenta que su pasado como interventor de Hacienda le sirve para repasar las cuentas de la cooperativa y seguir ejerciendo, en pequeñas dosis, un trabajo que siempre le gustó. “¡Como ves sigo prolongando mi función!”, exclama. Junto a su mujer, se subieron a este barco en la creencia de que aliviarían a sus hijos de ciertas responsabilidades. “La vida no está nada mal. Voy a Torremocha, compro mis periódicos, leo, hago mi gimnasia, voy a la biblioteca a leer, hacemos cinefórum”, enumera. “No estás indolente, estás activo y convives. El que quiere más, más, y el que quiere menos, menos, claro”.

De vuelta a los jardines, Pepe recuerda cómo en 2013, cuando llegaron a Torremocha, más que un huerto, encontraron una selva. “¡Nos desborda!”, pensé al verlo”. Junto a varios compañeros se puso entonces a acondicionar el terreno para el cultivo. “Yo no sabía nada del tema, pero de joven alguna vez había trabajado en el campo. Y ahora… ¡mira!”. Efectivamente, el pequeño cuadrado de tierra luce impecable: crecen fresas, cebollas, habas, berza, repollo... Y en primavera, pimientos, lechugas y tomates. Pepe también echa una mano en la redacción de Paso a Paso, una revista bimensual que divulga la actividad de Trabensol. “La convivencia es lo mejor, y lo más difícil. Pero es muy bonito vivir juntos”, termina.

 

Esta información me la ha remitido Pepe Redondo. Pero tenéis más información en el enlace siguiente:

https://elpais.com/sociedad/2020/02/10/pienso_luego_actuo/1581329567_790772.html

 




Comentarios

  1. Una linda iniciativa. El concepto de "ciudades retiro" es común en Florida, Estados Unidos, donde conviven parejas de jubilados en pequeños chalets alrededor de jardines y servicios. Pero creo que no pagan una cuota sino que cada uno usa y paga los servicios comunes de restaurantes etc. No tiene un sentido tan comunitario como el que están viviendo los amigos de Trabensol. Sería una buena idea para usar pequeños pueblos abandonados, aunque de seguro requerirían mucha más preparación para hacer sus calles amigables a personas con problemas de movilidad. Por aquí hay familias grandes que también lo están tratando. En terrenos grandes construyen pequeños chalets donde se instalan las diferentes familias: hermanos, tíos, sobrinos etc. que antes vivían lejos y sólo se viistaban regularmente. La familia de mi esposa m elo ha propuesto varias veces como proyecto en alguno de los terrenos de pinares que tenemos algunos de los miembros de la familia. Pero debo confesar que no me caen bien todos los cuñados ni aguantaría a algunas de las cuñadas. Es un concepto de convivencia para el que se requiere estar preparado y tener un grado de madurez que creo yo no tengo. En la última etapa de mi vida prefiero la libertad de poner la música al volumen que me apetezca, vivir como me dé la gana sin interferir la paz de nadie, comer lo que me apetezca, tener un horario abierto cada día ( comer, dormir o cantar a la hora que mejor me cuadre) y no tener más reglas que las que me dicte mi búsqueda de una felicidad lo más intensa que sea posible. Eso sí, tener cerca si se quiere a buenos vecinos a quienes ayudar o de quienes recibir ayuda si me caigo y no puedo levantarme tan pronto como antes, y a quienes escandalizar de vez en cuando si hace falta, para que no se aburran mucho. Pero, como idea de vida comunitaria, me parece admirable, sin ninguna duda.

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  2. De parte de Pepe Redondo:
    Hola, Ángel: Acabo de recibir y leer el artículo que mandas sobre Trabensol,, que te lo remití de uno publicado en El País. Hay algunas imprecisiones, que ya se lo comunicamos al periodista. La principal es que el municipio de Torremocha de Jarama no tiene tantos habitantes. Es un pueblo muy pequeño, de solo 1.100, entre Torrelaguna (3.500), patria del Cardenal Cisneros, y Patones (600). Ahora vamos a cumplir ya los 8 años de estancia aquí. Y seguimos muy satisfechos de la opción tomada.
    Desde hace 10 días ya permiten entrar las visitas, solo al apartamento y jardines, no al comedor ni talleres... Hace ya un año que no hemos tenido ningún contagio, pero seguimos con algunas restricciones. Lo digo porque ya podéis venir a visitarnos, aunque mejor cuando ya podáis comer aquí y visitar todo el edificio, que, esperamos y deseamos, sea muy pronto. Todos los amigos del IEME estáis invitados. Viene mucha gente a conocerlo y... "tomar ideas".
    Un fuerte abrazo a toda esa gran familia. Pepe Redondo

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