José Manuel Madruga, misionero en República Dominicana

 

JOSÉ MANUEL MADRUGA,

MISIONERO BURGALÉSEN LA REPÚBLICA DOMINICANA

 

«Hoy en día hay más conciencia de que

la misión es tarea de toda la Iglesia»

 

José Manuel Madruga, en el centro, durante una rueda

de prensa del día del Domund de 2016

 

José Manuel Madruga nació en Revilla Vallejera, Burgos. Estudió Latín y Humanidades en el Seminario de San José. Filosofía y Teología en el Seminario de Misiones y en la Facultad de Teología. Ordenado sacerdote, marchó a la República Dominicana y trabajó durante 14 años como misionero en los barrios marginados de la ciudad de Santo Domingo.

Fue durante dos períodos (1993-2003) Director General del IEME y antes fue el responsable general de la formación (1988-1993). De 2004 al 2010 fue el director de la Revista Misiones Extranjeras. En septiembre del año 2010, y por razones graves de salud, regresó a su diócesis. 

Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid, fue profesor en la Escuela de Misionología y en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid. Publicó libros y artículos sobre la problemática en América Latina y el Caribe y escribió también sobre temas que hacen referencia a la inmigración y, sobre todo, a la pastoral misionera. Durante quince años recorrió países de América Latina y el Caribe, África, Europa y Asia.

El día 6 de julio de 2015, dos años antes de su fallecimiento, la burgalesa Ana Ramos entrevistaba a José Manuel Madruga, por entonces Delegado Diocesano de Misiones. Porque vivir la experiencia misionera en República Dominicana durante 15 años y posteriormente estar una década al frente del IEME le permitió conocer en profundidad la realidad de América Latina, Asia y África.

 

¿Cuándo tuvo claro que quería ser misionero?

A los 18 años ya lo tuve claro.

 

¿Y el hecho de ir a República Dominicana fue por algún motivo especial?

Siempre hay un diálogo previo con las personas que están al frente de la institución y los propios misioneros. En aquel momento, se iniciaba la labor misionera en la República Dominicana y me parecía interesante.

 

¿A qué lugar fue a trabajar concretamente? ¿Cómo era?

Fui a uno de los barrios periféricos de la ciudad de Santo Domingo. Tenía muy mala fama e incluso en la Embajada en Madrid me advirtieron de ello. Era un barrio con gran población, unos 80.000 habitantes, a orillas del río, y con muchos problemas a nivel de trabajo, delincuencia, educativos... Tuvimos la suerte de que en aquellos barrios habían comenzado también a trabajar un equipo de jesuitas muy jóvenes y otro de misioneros belgas y holandeses. Y comenzamos a trabajar conjuntamente dando importancia a la formación de los laicos y en lo que, en aquellos momentos, hablo de 1973, se comenzaba a hablar en América Latina, que eran las comunidades  eclesiales de base (CEB).

 
En su caso, el dioma no fue un problema.

No, en República Dominicana se habla lengua castellana, pese a ser un país de raíces americanas. Yo viví en un contexto totalmente afroamericano. Comencé a estudiar Sociología en la Universidad de Santo Domingo, pero se me hacía muy difícil porque los compromisos en el barrio eran muy grandes. Además, estuve al frente de una escuela semipública, que tenía 2.000 alumnos y 70 profesores, por lo que el trabajo era enorme. Por eso, decidí ir a Madrid a estudiar.


En total, estuvo en ese país 15 años, divididos en dos periodos.

Sí, en aquel barrio estuve seis años y luego me fui a Madrid, a la Complutense, a estudiar Sociología. Cuatro años después regresé a República Dominicana, a otros barrios aún más periféricos, y me quedé seis años más hasta que mis compañeros me eligieron para dar formación en el IEME.

 

¿Le costó regresar a España?

Sí, muchísimo. Estaba en una época muy dulce, después de haber hecho unos estudios de Sociología Latinoamericana en la Complutense y teníamos un trabajo interesantísimo en los barrios. En aquel momento tenía un cierto liderazgo en los medios de comunicación y era una persona influyente. Yo me lo pensé mucho; de hecho, me eligieron en mayo de 1988 - no estuve en  la Asamblea - y me incorporé en agosto. Lo bueno es que ese mismo año, en noviembre, pasé por República Dominicana, camino de Guatemala y pude hacer una visita.

 

Y habrá regresado más veces...

Sí, sí, muchas.

 

¿Qué destacaría de todo lo que aprendió en aquella primera y larga etapa como misionero?

Lo fundamental es que uno tiene que llegar con una actitud de escucha y, en cierto sentido, hacerse niño y comenzar a caminar con ellos. Pero, además, hay que tener presente que todas las culturas tienen una gran riqueza; son relativas, no hay una superior a otra. Cada pueblo va dando sus respuestas sobre todo de acuerdo con las circunstancias que tiene.

 

¿Qué mensajes ha trasladado y sigue trasladando a las personas que van a misiones?

Cuando estaba en el IEME, encargado de la formación de los sacerdotes jóvenes que se iban a incorporar a misiones, siempre insistía en la importancia de prepararse, de tener instrumentos para conocer la realidad. Y es que es muy distinto ir a América Latina, a África o a Asia. En América Latina tenemos la ‘facilidad’ del idioma, pero no la cultura. Siempre cuento que en República Dominicana, los años que estuve en la Universidad Popular, me preocupé sobre todo de estudiar la historia de ese pueblo para poderle conocer. Después, cuando regresé ya como sociólogo, me pidieron que impartiera Historia Social Dominicana y así lo hice.

 

¿Cuál considera que es el estado de salud de los misioneros en España? ¿Y en Burgos?

Es una realidad que ya no hay tantos. En España, en los 70 se hablaba de unos 25.000 y en Burgos, unos 1.700 o 1.800. Ahora calculamos que de aquí hay 750 y son más mujeres que hombres. El 72% están en América Latina, un 11% en África, un 3,5% en Asia, un 0,1% en Oceanía y un 12% en Europa.

 

¿Qué valoración hace de estos datos?

España siempre tuvo una conexión histórica con América Latina y sobre todo las congregaciones religiosas son las que evangelizaron América Latina. Sin embargo, desde el IEME siempre hemos intentado mirar hacia África y Asia. Actualmente hay seis sacerdotes burgaleses en África y en Asia hemos llegado a tener dos: uno en Japón y otro en Tailandia. 

 

La media de edad de los misioneros es alta...

Sí, aunque puedo decir con satisfacción que la semana pasada estuve en Madrid en una conferencia del IEME y nos juntamos 14 burgaleses. De ellos, seis compañeros tenían entre 35 y 40 años.

 

¿Qué lugar ocupa Burgos en el contexto nacional?

Hay que tener en cuenta que no todas las diócesis tienen contabilizados a sus misioneros. Pero creo que Pamplona sigue a la cabeza y nosotros ocupamos el segundo lugar.

 

Una de las causas de ese descenso es que hay menos vocaciones.

Sí, cuando yo comencé en el tema de la formación en el año 1988 solía haber cinco o seis sacerdotes nuevos y ahora dos o tres. Ha bajado el número de sacerdotes y religiosos, aunque hay últimamente más laicos. Es una realidad que debe tomar aún más fuerza porque conlleva apoyos institucionales, recursos económicos... Pero también ha influido mucho en ese descenso el factor demográfico. Antes había muchas familias numerosas; ahora esa realidad ha cambiado.

 

¿Ve esta realidad con pena?

No, porque a pesar de que hayan bajado las vocaciones de religiosos, sacerdotes o misioneros ha crecido la conciencia de que la misión es tarea de toda la Iglesia.  El Papa Francisco ha insistido en que «la misionalidad es la esencia de la Iglesia», algo que algunos veníamos repitiendo desde hace muchos años y nos veíamos como islas en un desierto.

 

¿Los medios de comunicación han servido para acercar las realidades de muchos países?

Sí, para bien y para mal porque muchas veces dan a conocer un acontecimiento de gran repercusión y a los tres o cuatro días desaparece de los informativos.

 

¿Dónde se demandan actualmente más misioneros?

La gran prioridad es Asia en estos momentos porque la presencia de católicos es insignificante, si quitamos Filipinas. En Japón, con 120 millones de habitantes, hay medio millón de católicos y otro medio de inmigrantes latinoamericanos y filipinos. Y en Tailandia, un país budista con 60 millones, la presencia católica es del 0,5%.

 

¿Qué cualidades cree que debe tener un buen misionero?

En primer lugar, vocación y capacidad de amar y querer a las personas. Y junto a ello, mostrar una actitud de escucha, de acogida.

 

Desde hoy y hasta el 9 de julio se va a celebrar en Burgos la Semana de Misionología bajo el lema ‘Sentido y retos de la misión hoy. 50 años después del Decreto Ad Gentes’. ¿Con qué objetivos?
Comenzó a celebrarse en 1947 como una especie de cursillo de verano que organizó el Seminario de Misiones, al frente del cual estaba entonces Luciano Pérez Platero, que era el arzobispo de Burgos y fue también el primer superior general del IEME. Ésta va a ser la 68 edición. Antaño nos llegábamos a juntar hasta 500 seminaristas de toda España y ahora habrá unos 150. Sobre todo, vienen delegados diocesanos de misiones, de institutos misioneros, seminaristas y aspirantes de instituciones misioneras.

 

Este año se cumplen 50 años de ese decreto.

El arzobispo de Burgos, Francisco Gil Hellín, ha hecho distintos estudios de cómo se fueron gestando los documentos del Concilio Vaticano II y él tendrá una ponencia. Por otro lado, el decreto marca también una novedad y es que antes la responsabilidad de las misiones recaía en las instituciones misioneras y algunas instituciones como los seminarios de misiones, pero el Concilio Vaticano II plantea que la responsable de la misión es cada iglesia local.  Sobre eso va a versar la semana con distintas ponencias organizadas hasta el jueves.

 


José Manuel Madruga, en el centro y con camisa verde,

en el encuentro de Villayerno, Burgos, en agosto de 2015.

 

Y el día 9 de octubre de 2017, comunicaba yo a todos su fallecimiento:

“Hoy ha fallecido a los 72 años de edad el sacerdote burgalés José Manuel Madruga Salvador, delegado diocesano de misiones y vicario parroquial de San Juan Evangelista de la capital. Las honras fúnebres se celebrarán mañana martes 10 de octubre a las 17:30 horas en la iglesia parroquial de Revilla Vallejera, su pueblo natal.

José Manuel Madruga era sacerdote diocesano de Burgos y miembro del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME). Estudió Latín y Humanidades en el Seminario de San José. Filosofía y Teología en el Seminario de Misiones y en la Facultad de Teología. Ordenado sacerdote, marchó a la República Dominicana y trabajó durante 14 años como misionero en los barrios marginados de la ciudad de Santo Domingo.

Ha sido durante dos períodos (1993-2003) el Director General del IEME y antes fue el responsable general de la formación (1988-1993). De 2004 al 2010 fue el director de la Revista Misiones Extranjeras. En septiembre del año 2010, y por razones graves de salud, regresó a la diócesis. 

        Sociólogo por la Universidad Complutense de Madrid, ha sido profesor en la Escuela de Misionología y en el Instituto Superior de Pastoral de Madrid. Ha publicado libros y artículos sobre la problemática en América Latina y el Caribe y ha escrito también sobre temas que hacen referencia a la inmigración y, sobre todo, a la pastoral

 

 

 

 

 

 

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