Vicente Abad Saurí
MISIONERO DEL IEME EN
COLOMBIA,
rEPÚBLICA DOMINICANA Y nICARAGU
Nació en Foyos (Valencia) el día 21 de enero del año 1930. Realizó en el seminario de su diócesis 5 cursos de latín y 3 de filosofía, comenzando a estudiar la teología en el Seminario de Misiones de Burgos el curso 1954-1955. Fue ordenado sacerdote el 20 de julio del año 1958 en la catedral de Burgos por el entonces nuncio en España Mons. Hildebrando Antoniutti.
Este mismo año parte para Colombia para incorporarse al vicariato apostólico del San Jorge. Aquí estuvo ocho años, durante los que llevó a cabo diferentes responsabilidades: coadjutor de la parroquia de San Martín de Loba, párroco de San José y de la basílica de San Benito y director espiritual del seminario mayor. En marzo del año 1966 es enviado a la región del Chamí, diócesis de Pereira, como párroco de la parroquia de San Clemente.
En agosto del año 1969 es nombrado Administrador General del IEME y miembro de la Dirección General.
En octubre del año 1974 se incorpora a la República Dominicana para trabajar en los barrios marginados de la archidiócesis de Santo Domingo. En el año 1978 fue elegido Director General del IEME por un período de cinco años. La Asamblea General de 1983 lo reeligió por otros cinco años.
Al terminar su mandato (mayo de 1988) la Dirección
General le pide que le ayude en la publicación de la historia del instituto.
Una vez terminado este trabajo se integra en el grupo de Nicaragua como párroco
de San Juan de Lima, diócesis de Estelí (1990). Tres años más tarde (1993)
es nombrado rector del seminario interdiocesano de Nicaragua. Su trabajo se
extenderá por casi 11 años y alguna más como director espiritual, hasta que
regresa a Valencia.
El día 25 de
septiembre de 2016, nos comunicaba José María Rojo, entonces Director General del
IEME, el fallecimiento de Vicente Abad: "Hacia la medianoche pasada
falleció en la ciudad de Valencia Vicente Abad Saurí, de 86 años. Todos
recordamos que fue misionero en Colombia, República Dominicana y Nicaragua. Le
tocó ser director General del IEME por dos períodos seguidos y en los momentos
más difíciles. Ahí puso a prueba su fe, su coraje y su pasión misionera”.
Presidió la celebración de su funeral el recientemente
consagrado obispo auxiliar de Valencia, monseñor Arturo Ros, junto con el
vicario general, D. Vicente Fontestad, también originario de Foyos. Les
acompañaban otros 15 sacerdotes – entre ellos varios del IEME - y un templo
lleno de fieles. Don Arturo, en su vibrante homilía, resaltó la fe y la pasión
misionera de Vicente Abad. Al finalizar la eucaristía el director general del
IEME, José Mª Rojo, agradeció a la familia y a la iglesia de Valencia el regalo
hecho a la Iglesia misionera en la persona de Vicente y a él mismo el servicio
prestado al IEME
Comentario de Rafael Janín:
ResponderEliminarCon Vicente Abad he tenido yo tres o cuatro contactos :
1. Primero coincidimos en la ordenación presbiteral, 1958, aquel año en que los ordenandos eran 15 y a los que me añadieron a mí, que era de un curso más que ellos, pero que estuve retenido un año entero en Alzola como diácono. Por esa razón, (no por mí, sino por el número) se invitó al nuncio Mons. Antoniutti para ordenarnos y se escogió la catedral como escenario de la ordenación. Si no me equivoco, Vicente era el decano de edad de su promoción.
2. Once años más tarde, en 1969, tuvo lugar el segundo Capítulo General del IEME, ya llamado Asamblea General, la primera después del Concilio Vaticano II. En ella me tocó ser Secretario, pero sin derecho a voto. Esa Asamblea fue la que eligió a Jenaro Artázcoz como Director General, a Pepe Vera como Secretario, a Vicente Abad como Administrador, a Ramón Bosch como Encargado de la Formación y a José Manuel Román como Encargado de (así se decía) Relaciones Públicas.
3. Nueve años después, en 1978, volví a coincidir con Vicente, pero esta vez en la Dirección General, él en su primer mandato como Director, yo como Secretario. Pero antes, él estuvo al frente de aquella Gestora que sucedió a la dimisión (forzada) de Francisco Mayayo, junto con Ramón Bosch, Germán Rodríguez Prada, Avelino López Brugos y José María Lerga. Bien decís en la reseña que le tocaron tiempos difíciles. Porque hasta llegar ahí, ¡cuántas gestiones en Roma para que Propaganda Fide no “se cargase” al Instituto!
La Asamblea, ya legítima y autorizada por Propaganda Fide, que se celebró en el 1978, confirmó a todos los miembros de la Gestora, menos a Ramón Bosch que, astutamente, se las ingenió para no seguir en ese puesto. Y, por carambola, me cayó a mí, que estaba en el Togo y no había asistido a la Asamblea.
En aquel mandato de Vicente se alcanzó el que los miembros del IEME pudiéramos incardinarnos en nuestras diócesis de origen, antigua aspiración de tantos de nosotros. Luego, para hacer realidad esa medida, ¡cuántos viajes, cuántas visitas a los Obispos, cuántas negociaciones, cuánta constancia por parte de Vicente! Hasta que, en aquellos cinco años, se logró llevar a cabo la mayoría de esas incardinaciones.
Habéis dicho que la Asamblea del 1983 lo reeligió. Pero yo añadiré el detalle bien significativo de que, cuando se empezaron a hacer los famosos “sondeos” de nombres de personas para la elección de la siguiente Dirección General, el nombre de Vicente salió ya con la mayoría absoluta en el primerísimo sondeo. Otro detalle: Vicente, ya reelegido Director General, clausuró aquella Asamblea con estas palabras: “Y con esto y un bizcocho, hasta el año ochenta y ocho”.
Después de muchos años más, lo volvimos a ver todos, y varias veces, en nuestras convivencias de verano. Hasta que el cuerpo ya no se lo permitió.
Vicente Abad, fue un hombre de una sola pieza, coherente, de una fe inquebrantable, sin por eso perder un ápice de su alegría y de su sentido del humor. Ante él, cabe recordar aquella oración que recitábamos una vez por semana en el Seminario de Buros: “nos sentimos orgullosos de ser sus hermanos”.
De una poeza, Vicente. Así te conocimos los que te veíamos muy mayor y así te vimos hasta que te nos fuiste. El Ieme te estará siempre agradecido porque diste la cara y te la jugaste, sí señor.
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