Garcigonza, misionero en Zimbabue

 

José García González (Garcigonza)

Misionero en Zimbabue


Tomo estos datos de la entrevista que Carmelo Pérez Aradros, del Equipo de Formación y Animación Misionera del IEME, le hizo a Garcigonza y que se publicó en el último número de la revista “ID…” (septiembre-octubre de 2021):

José García González (Garcigonza) es natural de Madrid, del Barrio de Lavapiés. En el seminario de la capital comió muchos garbanzos durante años de la posguerra. Vivió allí los reglamentos, la disciplina y la obediencia de los seminarios de la época y la Filosofía y la Teología en latín.

Las lecturas del P. Segundo Llorente, el misionero de Alaska (“En el país de los eternos hielos”), la revista Catolicismo y las Semanas Misionales de Burgos le permitieron conocer al IEME, donde quedó atrapada su vocación. En 1956, a los tres meses de su ordenación en Madrid ingresó en el Seminario de Misiones de Burgos y dos años más tarde le seguiría el futuro mártir de Mozambique, el carismático Luis García Castro. Fue destinado a Rhodesia, que luego se convertiría en Zimbabue, donde pasó dos años en la Nunciatura de Sudáfrica.

El obispo de Pretoria le nombra capellán en la gran leprosería de Westfort, una especie de campo de concentración, remoto y escondido, con alambradas y guardias. Allí había cientos de leprosos, a los que podía visitar solo los domingos. Eran cuerpos deformes sufrientes y en soledad, pero que llevaban dentro almas inmortales y destinos eternos…

 

El resto de su vida en Zimbabue vivió momentos difíciles y felices, es decir, dolorosos y gozosos, como los misterios del rosario: el aprendizaje de las lenguas nativas, la inculturación, el respeto a las creencias de los africanos, los apuros económicos, la guerra de la independencia, con misiones arrasadas y misioneros asesinados… Pero también vivió la alegría de la fe viendo crecer las comunidades, las vocaciones autóctonas que fueron surgiendo, la armonía de las relaciones entre los compañeros de misiones...Y otras cosas también que lamentar, picotazos de los mosquitos, malarias, el calor sofocante, picaduras de escorpiones en las posaderas…

Garcigonza dio muestras artísticas desde su formación en el seminario: pintaba los decorados para las obras de teatro que se representaban. Los personajes de sus pinturas en Zimbabue son todos africanos: una sante teresa, un mural de la Anunciación y cuatro cristos africanos (uno de ellos cubierto con una piel de leopardo).

A la pregunta de qué haría hoy en día si fuera nuevamente enviado a misiones, Garcigonza contesta que, dado el tiempo que lleva ausente de África y dado lo rápido que cambian los tiempos (las nuevas tecnologías que campean por todos los rincones de la tierra), no se atreve a afirmar nada: Considera positivo el que ahora los misioneros vayan mejor preparados. “Nosotros fuimos al tajo - dice - sin la más mínima preparación lingüística y antropológica, caminábamos a ciegas. Los de ahora pasan tiempo aprendiendo inglés y continúan meses de estudio de las lenguas de Zimbabue, liberados de trabajos pastorales, y así es como debe ser”.

Garcigonza pasó por quirófanos en España, Italia, Zimbabue y Sudáfrica. A los tres años sufrió una trepanación en el oído derecho que le privó para siempre de la audición del mismo, tuvo dos piernas fracturadas en accidente de coche, una operación de cáncer de estómago, costillas fracturadas, operación de cataratas y últimamente ha perdido la visión del ojo izquierdo. Ahora tiene fibrosis pulmonar, que es irreversible.

La misión ad gentes, sigo realizándola aquí mismo y ahora. Se ha marginado a Dios, se le ha sustituido por ídolos de la moda, de los actores de las películas, de los deportes, de los grupos musicales modernos en los macroconciertos. Mientras, las iglesias están medio vacías, con unos pocos ancianos y muy pocos jóvenes… “

Nos sorprende la longevidad de un cuerpo tan endeble que no hizo más deporte que el de los pinceles. “Mi fe ha sido mi fortaleza, haciéndome ver la voluntad de Dios en cada golpe, lo cual me ha mantenido siempre en una serena paz, sin alborotos ni temores en mi alma…” 

 

Ex-cimbabueses en la Residencia de C/ Pirineos, Madrid, hacia 2018.

. De izquierda a derecha: Matías Garrido Ruiz, José Luis Ruiz, Manuel Dausá y Garcigonza.

 

 

 

 

 

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